jueves, diciembre 29, 2005

Escena inolvidable de Good Will Hunting...

Will and Skylar lie in bed. Skylar watches Will sleep. She
gets up and goes to the fridge. Returning to the bed:

SKYLAR
Will? Are you awake?

WILL
No.

SKYLAR
Come with me to California.

WILL
What?

SKYLAR
I want you to come with me.

WILL
How do you know that?

SKYLAR
I know. I just do.

WILL
Yeah, but how do you know?

SKYLAR
I don't know. I just feel it.

WILL
And you're sure about that?

SKYLAR
Yeah, I'm sure.

WILL
'Cause that's a serious thing you're
sayin'. I mean, we might be in
California next week and you could
find out somethin' about me that you
don't like. And you might feel like
"hey this is a big mistake."
(getting upset)
But you can't take it back, 'cause you
know it's real serious and you can't
take somethin' like that back. Now
I'm in California, 'cause you asked me
to come. But you don't really want me
there. And I'm stuck in California
with someone who really doesn't want
me there and just wishes they had a
take-back.

SKYLAR
"Take-back?" What is that? I don't
want a take-back. I want you to come
to California with me.

WILL
I can't go out to California.

SKYLAR
Why not?

WILL
One, because I have a job here and two
because I live here--

SKYLAR
(beat)
Look, Will if you're not in love with
me, you can say that.

WILL
I'm not sayin' I'm not in love with
you.

SKYLAR
Then what are you afraid of?

WILL
What do you mean "What am I afraid
of?"

SKYLAR
Why won't you come with me? What are
you so scared of?

WILL
What am I scared of?

SKYLAR
Well, what aren't you scared of? You
live in your safe little world where
nobody challenges you and you're scared
shitless to do anything else--

WILL
--Don't tell me about my world. You're
the one that's afraid. You just want
to have your little fling with the guy
from the other side of town and marry--

SKYLAR
Is that what you think--

WILL
--some prick from Stanford that your
parents will approve of. Then you'll
sit around with the rest of the upper
crust kids and talk about how you went
slummin' too.

SKYLAR
I inherited that money when I was
thirteen, when my father died.

WILL
At least you have a mother.

SKYLAR
Fuck you! You think I want this?
That money's a burden to me. Every
day I wake up and I wish I could give
that back. I'd give everything I have
back to spend one more day with my
father. But that's life. And I deal
with it. So don't put that shit on
me. You're the one that's afraid.

WILL
What the fuck am I afraid of?!

SKYLAR
You're afraid of me. You're afraid
that I won't love you back. And guess
what? I'm afraid too. But at least I
have the balls to it give it a shot. At
least I'm honest with you.

WILL
I'm not honest?

SKYLAR
What about your twelve brothers?

WILL
Oh, is that what this is about? You
want to hear that I don't really have
any brothers? That I'm a fuckin'
orphan? Is that what you want to hear?

SKYLAR
Yes, Will. I didn't even know that?

WILL
No, you don't want to hear that.

SKYLAR
Yes, I do, Will.

WILL
You don't want to hear that I got
cigarettes put out on me when I was a
little kid. That this isn't surgery

Will lifts his shirt, revealing a six inch SCAR on his torso.

WILL (cont'd)
You don't want to hear that. Don't
tell me you want to hear that shit!!

SKYLAR
Yes I do. Did you ever think that
maybe I could help you? That maybe
that's the point, that we're a team?

WILL
What, you want to come in here and
save me? Is that what you want to do?
Do I have a sign that says "save me"
on my back?

SKYLAR
I don't want to "save" you. I just
want to be with you. I love you. I
love you!

Will, full of self-loathing, raises his hand to strike her.

WILL
Don't bullshit me! Don't fuckin'
bullshit me!

SKYLAR
(standing up to him)
You know what I want to hear? I want
to hear that you don't love me. If
you tell me that, then I'll leave you
alone. I won't ask any questions and
I won't be in your life.

A beat. Will looks Skylar dead in the eye. Lowers his hand.

WILL
I don't love you.

He walks out.


lunes, diciembre 26, 2005

No hace falta que hable. No hay nada por decir que no se hayan dicho ya. Comprende su lenguaje. Entiende cuando le grita desde la boca del estómago. Ve sus lágrimas en su mejilla aunque no pueda oirle llorar. Le sigue de cerca. Tiene sus ojos clavados a los suyos compartiendo almohada y sus pies enredados aunque no esté presente. No es necesario. A veces basta que compartan estar vivos para amarse en silencio.
"Los ojos de Stahr y de Kathleen se encontraron y se miraron fijamente. Durante un momento se hicieron el amor como nadie se atrevería a hacerlo. Sus miradas fueron más lentas que un abrazo, más apremiantes que una llamada".

El Último Magnate

Francis Scott Fitzgerald

miércoles, diciembre 21, 2005

Por la mañana te irías. La dejarías en la cama, durmiendo o haciéndose la dormida. Cogerías tu ropa y te vestirías a escondidas en el baño. Te acercarías sigilosamente a la puerta. No dejarías una nota de despedida ni un número de teléfono. Tampoco el café caliente ni tostadas quemadas. Ya contaba con eso. Por eso no te dijo que te quería aunque así lo sentía. Ni te abrazó con fuerza. Porque esos abrazos que regala luego exigen ser devueltos por la mañana, cuando la ves con el pelo enredado y la cara desnuda. Ya sabía que te irías y aún así quiso probarte. Lo suficiente para no engancharte a la cama con lazos de besos. Lo bastante como para dejar caer una lágrima al alargar la mano y no tocarte.

lunes, diciembre 19, 2005

Gustave Flaubert (Madame Bovary)

“Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él. Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas."

domingo, diciembre 18, 2005

Se ha cortado las manos. No sé de qué te extrañas. Él ya dijo que prefería no tenerlas si no podía tocarte. ¿Recuerdas esa carta accidentada? Quizá no supiste leerla pero él dijo: “no sé estar sin ti; yo soy contigo”. ¿Lo ves ahora? No le hacen falta las manos. Le dolía tocar tus recuerdos y no rozarte siquiera. Le sobraban las manos. Las echará de menos, pero no tanto como cuando te fuiste. Cuando dijiste: “sin mí estarás mejor”, y él supo que mejor y tú ausente eran contradicciones. Como cuando dijiste que le odiabas y le querías al mismo tiempo. Y sólo tú supiste lo que significaba. Y sólo él supo entenderlo.

Ahora que tiene amputados corazón y manos, no sé de qué te va a servir. Pero dice que sigue esperando. Que los ha guardado en un frasco de cristal bien cerrado en la nevera. Ya sabes dónde habita. Dice que te espera en la cama, que te ha dejado una bata blanca a la entrada y el resto de instrumentos en el baño. Que cuando quieras puedes ir a devolverle la vida que se ha quitado y a curarle las heridas. Ya sabes que siempre creyó en segundas oportunidades.

jueves, diciembre 15, 2005

Tiene las manos vacías.
El corazón sin tráfico. Los semáforos verdes.
Sólo quiere que le den un abrazo de esos que dicen "estoy para quedarme, para desayunar contigo y contarte cuentos por las noches".
Está pidiendo a gritos que le cierren la boca con los dedos borrachos. Cansado de vivir en los tejados y mendigar amor y algo de abrigo.
Tiene los ojos vacíos.
Las piernas desgastadas. La cama en carne viva.
Sólo quiere que le besen por dentro. No tener que aparcar en doble fila. Dejar el alquiler. Pagar una hipoteca. Amueblar una casa. Conocerte. Amarte. Que dejes tu ropa en el armario y en el baño el cepillo de dientes.

martes, diciembre 13, 2005

Te has vuelto a equivocar.
Con los dedos.
De nuevo.
Y con la boca.
Has tropezado en rincones inadmisibles. No puedo perdonarte. He de ponerme seria esta vez. Desde que me conoces te he enseñado mi cuerpo. No sólo en fotografías. También has visto dibujos y hasta has podido tocarme.
No sólo tocarme.
Has tenido la suerte de probar conmigo todos tus sentidos [Doy fe de que funcionan a la perfección].
Pero no me distraigas.
Te digo que te equivocas. Que tus dedos ya no saben moverse por mis calles. Que me estás descolocando las piezas.
¿Lo ves? Ya no sabes besarme las rodillas.
No es que no sepas, es que no las encuentras. Los labios quizás se lleven matrícula de honor. Pero no es suficiente. Estate atento. Prepárate a conciencia. He dejado más fotocopias en reprografía. Y estudia duro. Es el quinto examen que suspendes esta semana.

lunes, diciembre 12, 2005

Querido amante. Se nos acabó el tiempo de los besos y los desayunos. Mi marido volverá esta noche. Al parecer, pretende darme una sorpresa. Le echaré de menos. Fotografiaré cada rincón que haya rozado. Guardaré su taza de café y la servilleta. Descuide, he escondido sus cartas y me he deshecho de las colillas de los cigarrillos de después. No podemos volver a vernos. Comprenda que no puedo arriesgarme más. Pongo en juego mi honor y mi vida. Ha sido maravilloso tenerle en casa este tiempo. He disfrutado mucho de pensamiento, palabra, obra y no-omisión. Creo que nunca podré agradecérselo bastante. Pero debe irse lejos. Mi marido podría descubrir un pequeño detalle que se me hubiera escapado. Un pelo en la almohada o su olor en mi piel. Se volvería loco. Los celos se apoderarían de él y querría matarlo. Supongo que lo entiende. Es usted muy sensato. Por eso me gusta tanto, porque dejaba la sensatez en la puerta, con el abrigo y el sombrero. Quién sabe, quizás coincidamos dentro de un año otra vez en el mercadillo. Suelo ir a primeros de Octubre. Me gusta ver los toldos de los puestos teñidos de naranja por las hojas. Si nos viéramos, puede permitirse el lujo de mirarme desde lejos y fotografiarme con los ojos. Si me atrapa, prometo encontrar el rincón con menos luz y la mejor banda sonora.

domingo, diciembre 11, 2005

Estaba sentado en uno de los columpios de madera del parque infantil de debajo de tu casa. Miraba al suelo, a las hojas del árbol de al lado que se amontonaban bajo sus pies y a los papeles gastados de la papelera tumbada de enfrente. Pensaba en ti, en tu pelo rizado donde enredó sus sueños hace ya un par de otoños y sintió unas ganas infinitas de llorar que prefirió calmar columpiándose un poco. A veces el aire te corta la respiración y las lágrimas. Bueno, el aire y el frío. Y hacía frío, mucho frío. Se balanceó en el columpio de madera de color verde mientras tarareaba aquella canción de los setenta. Y pensaba en ti, en las hojas amontonadas como queriendo amortiguar su caída, y en los papeles que parecía haber vomitado la papelera de enfrente. Pensaba en que quizá había algo para él, quién sabe, desde aquel parque se vislumbraba la ventana de tu habitación, los visillos rotos y la lámpara roja de tu escritorio. Desde allí dibujabas palabras enfermas en papeles de rayas. Te gustaba escribir cortando las líneas, como haciendo cruces, como si no quisieras seguir caminos señalizados. Bajó del columpio. Cogió algunos de los papeles arrugados y fue abriendo uno a uno. Ni rastro de ti. No llevaban tu letra, ni tus lágrimas, ni jirones de tu piel cosidos en el reverso. De repente, sintió que el aire comenzaba a bailar sobre su cabeza al ritmo de aquella canción de los setenta tan gastada, y observó una hoja de papel que revoloteaba sobre él, justo entre su pelo y las nubes. Tu ventana un poco más arriba. Comenzó a leer:
¿Te acuerdas de mí? Yo aún maldigo tus besos, tus abrazos, los columpios de madera verde del parque de abajo, las canciones de los setenta, los versos, tus manos en mis tobillos, tu boca en mi espalda… he perdido la piel. Ni siquiera supe guardar un poco para coser a esta última carta. Ahora todo me afecta. Ni siquiera puedo abrir ya la ventana. El viento puede partirme los huesos y abrasarme la endodermis”.

sábado, diciembre 10, 2005

She is red and small and likes rain and cornflakes. He is blue and tall and likes learning and martial arts. She loves writing and singing in the shower and kissing his lips when they're soft and shouting. She is falling in love -and off the bed- but is afraid of wanting him too much when it is cold and she needs kisses and cuddles and listening to songs that would make her cry in other circumstances. He is very clever and has poured his words down on her so she has learnt what love means and has taught him how to smile with his eyes. Now he believes in ginger angels and she believes in samurais.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

jueves, diciembre 08, 2005

ME ENCANTA ESTA ESCENA. ES, SIN DUDA, LO MEJOR DE LA PELÍCULA. YO HE QUERIDO SER LUCÍA SÓLO POR ESTE MOMENTO DE LA CAFETERÍA. PORQUE LO IMPORTANTE NO ES QUE FUNCIONE SINO INTENTARLO...


LUCÍA: Oye, ¿puedo hablar contigo?

LORENZO: ¿Ahora?

LUCÍA: Bueno, pues luego.

LORENZO: Es que estoy con un amigo... ¿sobre qué es?

LUCÍA: Verás...

LORENZO: ¿Te pasa algo?

LUCÍA: Sí

LORENZO: Dime

LUCÍA: ¿Ahora?

[Lorenzo se sienta en su mesa, y le pregunta]

LORENZO: Sí ¿Cómo te llamas?

LUCÍA: Lucía

LORENZO: Yo Lorenzo

LUCÍA: Ya lo sé, te conozco... he leído tu novela, varias veces y... ya no he podido leer nada más... se me ha agarrado por dentro y... no me suelta; pero, también te conozco de seguirte por la calle, cuando te veo, me gusta andar detrás de ti y saber a dónde vas, sin que me veas, hasta sé cual es tu portal... está aquí al lado, y a veces te veo en este bar. ¿Te suena mi cara?

LORENZO: No (moviendo la cabeza)

LUCÍA: Yo soy camarera de ese restaurante (del frente), tú nunca has entrado... mi jefe está muy bien y es un buen cocinero... pero me ha propuesto que vivamos juntos, y la verdad es... que me ha hecho mucha ilusión, porque he sentido que me necesita, y ahora él hasta me gusta un poco así que he decidido...

LORENZO: ¿Qué?

LUCÍA: Pues que sepas que yo con quien de verdad quiero vivir es contigo, y no es porque te vea muy solo, es porque estoy completamente enamorada de ti, loca perdida, ya me ves...

LORENZO: Qué valiente eres.

LUCÍA: Pues sí. Y se acabó, yo ya lo he intentado... ¿te ha hecho ilusión? (se quedan en silencio) ¡oye te puedes ir cuando quieras eh! [Lorenzo está sorprendido y después de abrir temblorosamente su cajetilla de cigarros tiene una última pregunta]

LORENZO: ¿Y algo más quieres de mí?

LUCÍA: Sí... que con el tiempo y la convivencia te acabes enamorando de mí, por supuesto.

[Lorenzo se levanta de la silla y parece que se va; sin embargo, se acerca al rostro de Lucía]

LORENZO: Eso está hecho Lucía...

P.D. Era Lucía y el Sexo... qué despiste.

lunes, diciembre 05, 2005

Porque la vida es dura y porque no siempre sabes tener una sonrisa en la cara, ya sea por vergüenza o por dolor. Te vas porque estás cansado y te sientes débil y ya no sabes ni cómo poner los pies para caminar. Te pesa el cuerpo por culpa de ese pequeño órgano rojo cargado de basura y sientes que si sigues aquí lo contaminarás más. Porque no siempre se tiene lo que se quiere y tú lo quieres todo, no sabes si por costumbre o ambición. No sabes mirar de lejos, te la quieres comer con la mirada. No sabes tocarla en sueños, la quieres a tu lado en la cama. Y piensas que lo has perdido todo y te sientes culpable porque has dolido, porque has matado; y ahora te miras al espejo y compruebas que a ti también te han hecho daño. Pero no sabes que también has sido mil canciones para conciliar el sueño, y su café por las mañanas, y que supo leer en tus ojos los te-quiero de tus buenos-días.

domingo, diciembre 04, 2005

Me regaló un corazón de piruleta, de esos que significan gastar y deshacerse. No me duró más de unos minutos pero fui la mujer más feliz del mundo durante ese tiempo. Mi madre solía decirme que no me impacientara y aprendiera a saborear las cosas en vez de engullirlas. Pero a mí no me ensañaban las palabras sino la instantánea de aquel palito blanco ahora desnudo. Lo guardé en el bolsillo, como esperando que tu corazón volviera de mi estómago y se clavara en él de nuevo. Pero nunca lo hizo. Me había comido el corazón sin ser consciente de ello, sin pensar en que todo lo que regalas se acaba un día. Como esa canción que me dedicaste una tarde en el parque de los laberintos. Como esas fotografías que han perdido los paisajes. Como tu portazo ha dejado de retumbar en mis oídos. Como todo tú, que al irte, se ha ido tu corazón. Me lo he comido.

jueves, diciembre 01, 2005

Y no era más que una canción pero se había colado en mi cabeza. Me acompañaba a todas partes. La tenía anudada en la boca del estómago. Mi cuerpo fue el pentagrama que no dudaste tocar. Tus dedos, para dar la nota perfecta, me desgarraban por dentro. Tú sólo querías hacer la mejor interpretación, y que te aplaudieran. Yo te aplaudo. Puedes venir al cementerio a ver mi gran ovación.

domingo, noviembre 27, 2005

Se sentía como una muñeca en un escaparate con luces de neón. Todos observaban cada movimiento que hacía. Les resultaba imposible dejar de mirarla y ella veía cómo movían los labios. Pero no escuchaba nada salvo el silencio aterrador de lo que dejaba a su espalda.
Él pasaba cada día, como el resto, sólo por verla. Cambiaba el recorrido hacia su casa para mirarle a los ojos unos instantes. No se atrevía a más. Bastante observada debe sentirse, pensaba. Y caminaba escuchando canciones que soñaba pronunciar algún día. Ella nunca se dio cuenta. Expuesta ante miradas feroces y palabras puntiagudas, a veces cerraba los ojos para permitirse un trocito de sueño. Pensaba en arco iris y en montañas mágicas. Pensaba en abrazos algodonados y besos de verdad. Mientras tanto, esperaba que algún hambriento pasara a buscarla y le despertara del sueño al que intentaba escapar.
Algunos transeúntes sólo se reían. Parecían divertirse como se divierten viendo un concurso de televisión. En realidad, ella era consciente de que no era más que una marioneta de un teatrillo barato. Para él, sin embargo, era la princesa encerrada, capaz de convertir los barrotes en helado de fresa. Y es que él la veía con ese velo rojo que vuelca corazones al borde del suicidio. Ella, para él, era el policía que te salva del salto.
Pero nunca se dio cuenta. Nunca encontró un motivo para huir de ese infierno donde nunca sale el sol pero hace frío. Porque él, en su egoísmo, nunca se atrevió a devolverle el favor. Disfrutaba observándola, como hacían todos. No se dio cuenta de que, para ella, el brillo en unas retinas no le hacía feliz. Nunca acudió a rescatarla. Un día, se cayó el velo y observó aterrorizado que los cristales estaban teñidos de ese mismo color.

viernes, noviembre 25, 2005

No cambies de tema. Los dos sabemos de qué hablamos cuando hablamos del tiempo. Una tormenta se avecina sobre nuestros tejados, esos que no nos atrevemos a compartir. Te lo dijo tu padre. No hay nada más interesante que una conversación sobre la meteorología en un ascensor pequeño. Llegas a conocer al otro por completo con pequeños detalles. Deberías haberme psicoanalizado mucho antes. Ahora ya sabrías lo que quería decirte.

martes, noviembre 22, 2005

Es un mensaje de amor para el chico del metro y para el que me vendió el libro de Umbral el pasado domingo. Es un te-quiero para el que se sienta en frente en la biblioteca y el que comparte reposa-brazos en el cine conmigo. Para todos a los que nunca he conocido ni lo haré pero que han despertado en mí las ganas. Porque nunca sabré a qué saben sus besos ni cuanto duelen sus abrazos. Ni sabré si me dirían te-amo la primera semana. Yo los miro, disfruto observando. Pienso en cómo serán por el calzado que usan. Y me pregunto si esa camisa es comprada o regalo, si viven en casa o comparten piso con amigos. Si tienen con quién desayunar, desnudos, en la cama. Si son de aquí o de ninguna parte.

Y nunca sabré si van al cine los domingos y eligen la película sólo mirando el cartel. Ni tampoco sabré si continúan viendo a sus amigos del colegio ni si hacen deporte en sus ratos libres. Me gusta observarlos y pensar en su voz y en si tiran la ropa al suelo cuando llegan a casa después de un duro día de trabajo. Si les gusta el café solo o con leche y cuántos sobres de azúcar necesitan. Y quiero saber si abren los ojos cuando besan y la puerta para dejar pasar y si llevan paraguas de colores. Me gusta leerles las manos desde lejos, descifrarles el futuro. Pensar en si precisan gestos o palabras. Si se arriesgan o tienen miedo. Escribo sobre ellos muchas veces preguntándome si alguna vez coincidiremos en un sueño, en un pasillo… si recordaré su cara. A veces una persona sólo se te agarra un momento porque ese magnetismo depende de muchas otras cosas. Quizá mañana me cruce con ellos y ni siquiera enlacemos la mirada. Por eso les dedico este escrito, por lo efímero, por los te-quiero soñados, por la química que sólo dura el camino a casa y porque, afortunadamente, nunca los volveré a ver.

sábado, noviembre 19, 2005

MoMo
(Michael Ende)
"Le parecía estar encerrada en una caverna rodeada de riquezas incontables que se hacían cada vez mayores y amenazaban asfixiarla. Y no había salida. Nadie podía llegar hasta ella y ella no se podía hacer notar a nadie, tan aplastada estaba bajo una montaña de tiempo. Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca la música ni haber visto los colores. No obstante, si le hubiesen dado a elegir, no habría renunciado a ese recuerdo por nada del mundo. Aunque se hubiera muerto por ello. Pues eso era lo que vivía ahora: que hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas. "

jueves, noviembre 17, 2005

Si pudiera tenerte esta noche y besarte y quererte, abrazarte.
Si pudiera sentirte por dentro, respirarte, beberte,
comer-te
y contigo
y mañana pudiera
dormirte
y curarte y lamerte, adorarte,
Y pudiera morderte y tocarte
y llegar-te.
Si pudiera decirte y mirarte, abrazarte en color-es y –arte...

miércoles, noviembre 16, 2005

Hoy haré una excepción a todo lo que he escrito hasta ahora porque la ocasión lo merece. Incluso, como excepción, voy a escribir en negro, pero no os acostumbréis. Y es que ayer tuvo lugar en mi facultad un acto homenaje a Bobby Deglané, que coincidía con el aniversario del centenario de su nacimiento, y en el que se presentaba el libro Bobby Deglané, el arquitecto de la radio, escrito por Miguel Ángel Nieto. Vinieron invitados de la talla de Carlos Herrera, Luis del Olmo, Mariano de la Banda, Alicia López Budia, Marisol del Valle y muchos otros. Grandes, muy grandes.

Como el autor del libro había sido profesor nuestro, contó con nosotros para organizar el acto y encargarnos personalmente de cada uno de los ponentes, a los que haríamos una entrevista después, por parejas. Y aquí es adonde os quería llevar. El personaje del que yo era encargada era nada más y nada menos que José Luis Pecker. Fue una elección personal porque además su hijo nos había dado clase el año anterior y queríamos agradecérselo en cierta forma. También, qué duda cabe, porque es uno de los mejores profesionales de la radio y la TV que ha existido jamás. Pero muy especialmente porque habíamos oído que lo habían dado totalmente de lado en la radio donde trabajaba por aquellos tiempos.


A lo largo de todas las ponencias iban desfilando cada uno de estos (inmensos) periodistas para hablar de su experiencia con Bobby, sus aventuras, lo que aprendieron de él, lo que ha significado para ellos y para la historia de la radio… nosotros (el equipo organizador) esperábamos en un lateral del Aula Magna a que fuera el turno del nuestro para acompañarlo al atril. Pecker fue de los últimos en hablar, y hasta entonces, las palabras de muchos de sus compañeros iban dirigidas a él. Carlos Herrera lo criticó (entre risas y lágrimas) por no escuchar nunca su programa. Pecker, se excusó, cuando fue su turno, diciendo que no lo escuchaba ni a él ni a nadie. Y ¿por qué? Porque lo ha dado todo, ha entregado su vida por la radio, se ha volcado en cuerpo y alma y no se lo han querido agradecer. Nos ha regalado un trabajo ejemplar del que cualquiera de nosotros podría aprender y ni siquiera se han molestado en hacérnoslo llegar a los de mi generación. Se quedó en el olvido de muchos, pero en el recuerdo de los más grandes, y de esas mentes aún despiertas que lo siguen amando. No fui la única que lloró con su intervención, pero es que no es difícil llorar cuando descubres lo que previamente había dicho Bobby en una ocasión: una palabra vale más que mil imágenes. Es cierto, Pecker me lo hizo ver. Su voz, su forma de jugar con ella llevándola a territorios inhóspitos, bailando las palabras, subiendo montañas para luego bucear con ellas… me tocó por dentro hasta descomponerme. Y yo, que lo tenía que ayudar a bajar las escaleras (necesita muletas para sostenerse) para conducirlo a su sitio, casi dejo caer una lágrima. Pero no llegó ahí. Llegó cuando cerró el acto uno de los hijos de Bobby Deglané y entre muchos agradecimientos (¡qué adorable familia!) tuvo un especial recuerdo para José Luis Pecker y, claro, una, que no es de piedra, se pone a llorar, muerta de la vergüenza (pero no lo suficiente como para dejar de hacerlo).

Pero es que una había estado hablando antes con él y ya la había emocionado. Sus palabras de cariño para su mujer (me contó cómo se conocieron, los hijos que tuvieron, los nietos…), cómo se le llenaba la boca hablando de su hijo Carlos (entre otras cosas, realizador de la Ruta Quetzal, y el que había sido mi profesor de Producción y Realización Audiovisual), cómo lo quería la gente (todos los ponentes se entregaban a él en efusivos abrazos). Y, qué queréis que os diga. Bobby ha tenido que esperar mucho tiempo para recibir un más que merecido homenaje y da rabia, mucha. Y a Pecker le han hecho tanto daño que ya ni siquiera es capaz de escuchar la radio (sólo música, Albéniz). Qué pena. Yo es que soy incapaz de asimilarlo. La vida es injusta. Y nosotros… a nosotros nos falta que nos refresquen la memoria histórica un poquito porque es una lástima la basura que tenemos que soportar en los Medios de Comunicación. Y ayer deseé haber tenido veintidós años en los cincuenta.
Para todos los inquietos y, especialmente, a los que ayer nos volcamos en el homenaje.


Y aquí va una canción como un mar de palabras

domingo, noviembre 13, 2005

No escribo en inglés porque no siento en más idioma que en el mío. Sin embargo, he de decir que hay sentimientos que ya directamente los tengo asociados a canciones que no son de aquí. Y digo, no sé, que "everybody cries and everybody hurts sometimes" y que tengo miedo, que tengo miedo a hacerte daño. También llevo clavada la guerra declarada y esa rendición "it's you who has won". Porque esto nos lo tomamos como un juego al fin y al cabo. Yo, recuerdo, te pedía "silence, please" porque en el fondo me sentía "weak and powerless" pero no hacías caso: "you fondle my trigger, then you blame my gun", y así siempre. Y yo me tumbaba en mi cama... "how I wish you were here", pero tú nunca venías a por mí. Te odié por eso, "cause I couldn't hate myself", porque tenía "pictures of you" machacadas en la piel, porque dolías.

viernes, noviembre 11, 2005

ESTA NOCHE QUE ES UN AÑO EN EL INFIERNO*


No sé si es mejor atacar o preparar la defensa. Quizá deba lanzarte palabras asesinas, apuntar al centro de tu tierra o clavarte un puñal directamente. Quizá deba proteger mis partes dulces y esconderme en la trinchera y esperar.
En esta guerra a muerte que has lanzado, me dejas indecisa y temerosa, sabiendo que tú eres el fuerte y que puedes conmigo. Sabiendo, sobre todo, que más que la habilidad puede el deseo; y que me tienes ganas, tantas ganas...


* Fragmento de una canción de Carlos Chaouen

miércoles, noviembre 09, 2005

Hay películas que se te marcan a fuego en la retina y te dejan cicatrices en la piel. Frases tatuadas en el sistema nervioso. Imágenes vengativas que evocan más de lo que debieran. Y hay algunas que lo resumen todo, que se cargan los bolsillos de malas intenciones, que desnudan con un sólo vistazo. Y hay un nombre en mi cabeza que lo reúne todo. Se puede pedir poco más, pero no es seguro que llegue.
Soy un ser complejo. Mitad hombre y mitad ángel. Es decir, estoy medio vivo y medio muerto [Tierra].
Estar enamorada no es fácil. No basta con desearlo, hay que oírlo [Los Amantes del Círculo Polar].
Me voy a morir de tanto amor [Lucía y el Sexo].
La quiero desde mis entrañas. La necesito igual que a mi hígado, a mi cerebro, a mis ojos. Sin ella se me rompen los huesos, se me derriten los pulmones y no puedo respirar... Sofía me hace falta para vivir [La Ardilla Roja].
Nunca he tenido el corazón tan rojo [Los Amantes del Círculo Polar]

domingo, noviembre 06, 2005

Bebo un poco del veneno que me ofreces y despego mis labios de ti para respirar un poco. Necesito aire si quieres darme otra dosis. Ya sabes que una no es suficiente para acabar conmigo. Si quieres matarme, no vayas siempre a por mí. Haz que me crea que me quieres. Hazme regalos, invítame a cenar, escríbeme una carta de amor envuelta en tu perfume. Mírame a los ojos cuando me hagas el amor. Llámame dos veces al día. Ven a buscarme al trabajo con un ramo de flores. Intenta también mantener menos tiempo los besos, soltarme la mano sin motivo, alegar dolor de cabeza en la cama. No me traigas el desayuno los fines de semana. No me cantes esa canción
al oído. No me busques a oscuras. No me abraces. No me des siempre la razón. Moriré el día en que, sabiendo que me quieres, siga viendo estas nubes negras
.

viernes, noviembre 04, 2005

Tú no decías te echo de menos sino te echo en falta. Tampoco me dabas besos normales ni me cogías la mano como lo hacen los novios de las demás. Ya no recuerdo la primera vez que escupiste un te quiero pero recuerdo que el resto vinieron en las voces de otros, arropadas por acordes inventados. Tú no me dabas abrazos, me abrazabas por dentro. Te comías mis entrañas en el desayuno y esperabas hambriento la cena. Yo no tenía más que ofrecerte que un poema de amor escrito en una servilleta, una entrada de cine, una mirada a tiempo. Pero además te di una noche de lluvia, una mañana de sol, una fotografía en blanco y negro. Una despedida fácil.

miércoles, noviembre 02, 2005

Me gusta dividir las palabras y despedazar las partes de mi cuerpo. Los componentes por el todo. Comprobar cómo estos no son nada si no forman parte de algo superior. Separo los significantes en sílabas que aisladas no dicen nada. Para enfatizar lo que llevan dentro, para que quede constancia de su belleza formal. Del mismo modo, mis hombros no son nada sin una cabeza que sostener; ni mis pies tendrían ningún sentido si no aguantaran mi cuerpo. Nos-tal-gia suena más bonito si haces hincapié en cada una de esas piezas que incrementan el poder de su significado. Mis labios adquieren un nivel mayor porque me abren la boca y me la cierran y son una de mis ventanas al mundo. También, en ocasiones, los mismos guiones que separan lexemas y morfemas, sirven como vínculo entre palabras diversas que de otra forma se pierden entre espacios en blanco. Si digo "te quiero" no es suficiente. Te digo, por tanto, que te-quiero. Porque enlazo el verbo, ya hermoso en sí mismo, con un pronombre personal de la segunda persona. Así dejo bien claro que te he adjudicado una acción tan bonita. Que-te-la-adjudico-a-ti. Ocurre lo mismo con las partes del cuerpo. Todas ellas son porque yo soy ellas. Porque me conforman. Sin embargo, no contentas con ser, precisan también de más cosas. Precisan, por ejemplo, de ti. Si mis ojos ven, dichosos mis ojos. Pero ellos quieren ver más, y te miran. Así son de una forma extrema; rebosan los límites del ser. Ocurre con todo. Todos los cuerpos están formados por moléculas y éstas por átomos y éstos por corteza y núcleo que a su vez contienen electrones, protones y neutrones. Somos indivisibles porque si bien podríamos fragmentarnos, al perder una parte, nos vaciamos un poco. Por eso abrazo las sílabas y las palabras, para remarcar esa unión invisible que las une. Por eso divido la palabra, para resaltar que, por separado, no es nada.

lunes, octubre 31, 2005

domingo, octubre 30, 2005

Sylvia Plath
Canción de amor de la joven loca

"Cierro los ojos y el mundo muere;
Levanto los párpados y nace todo nuevamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
Sin sentir galopa la negrura:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Soñé que me hechizabas en la cama.
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).
Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.
Imaginé que volverías como dijiste,
Pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente).
Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente). "


Tú existes porque yo te imagino, porque mi mente te inventa cada día; te construye. Nos conocimos una noche en una fiesta. Era un baile de disfraces. Yo te vestí con una máscara para no verte los ojos, para no engancharme. Bailamos de espaldas para no sentir tu cuerpo, para no contagiarme. Y me hiciste feliz mientras te tuve en mi mente. Lo malo es cuando entendí que, para resucitar al mundo, tenía que levantar los párpados.

sábado, octubre 29, 2005



QUIERO







Una buena conversación. Tokio me vale.
Lo importante es la compañía. Tú mismo
serías una buena elección. Pero tienes que
hablar. Puedes usar los ojos o las palabras.











Un beso secreto, prohibido. Tienes
que arrancarme un beso, sin que
lo espere. Que me sorprendas, valiente.












Un paseo otoñal. No tienes
por qué esposarme. Tus
manos ya me atan suficiente.













Entrar en tu jardín, atravesarte, recorrer
los laberintos que te conforman. Perderme
en ti.












Que me comas el corazón. Sólo eso.
Que lo devores.

viernes, octubre 28, 2005

Podría escribir un libro con las cosas que nunca te dije. Volcaría los te-quiero prohibidos, los lo-siento olvidados, los daría-mi-vida. Pondría tu corazón en la portada mojado en tinta china. No es por no desangrarme; es que no se pueden mezclar determinados grupos sanguíneos.

jueves, octubre 27, 2005

Te vas por un tiempo. Minimizas tu mirada al mundo. Cuelgas el cartel de "ausente". Te quieres perder.

Has soltado la pluma. Tu muñeca se tuerce, tus dedos se entumecen. Nuestros ojos se cierran a tu voluntad.

No habrá más canciones tristes, más preguntas sin respuesta, más dolor.

Vas a salir a la calle, a cruzar laberintos, a encontrarte a ti mismo. Y cuidarte, y pensarte. Nadie puede hacerlo mejor.

Hay momentos de huida en la vida de todos, instantes de cerrar ventanas e instantes de salir afuera. Y gritar.

Para Kurdo y Rey Sombra y para todos aquellos que tengan la necesidad de desconectar.

martes, octubre 25, 2005

Bebía los vientos por ti. Te peinaba la espalda a besos. Parecía que quisiera llevarse tus miedos en cada uno de ellos. Tú sentías cómo entraba en tu endodermis. Suave, lentamente, como era de esperar. Te daba la impresión de que había nacido para eso: tu ángel de la guarda en noches cerradas que te golpean los huesos. Ella se tumbaba sobre ti, cubriéndote la espalda: para que no tuvieras frío, para que no te diera miedo. Solía cantarte al oído: "look at the stars, look how they shine for you" y tú dejabas caer tus párpados por primera vez en la vida. Por un instante, cada noche, apartabas tus miedos, se secaban las lágrimas. Por fin podías dormir tranquilo.

domingo, octubre 23, 2005

Era la chica sin-sonrisa. Tú eras contrabajista-contrabandista. Le cambiaste un beso por sus manos y ahora hasta tocas mejor. Ella se quedó con un beso-en-la-boca y unos brazos-sin-final-feliz. Tú has conseguido grandes logros en la música pero te has quedado sin sobres-beso de regalo. Es la historia de la chica-sin-manos y el chico-sin-labios. Tú has aprendido a cogerla por la cintura; ella ha entendido que hay más tierra por besar. Os quereis tanto que creeis haber salido ganando con el pacto. Aun así hay quien dice que planea una venganza. No tiene risa ni manos pero le sobra con besos-de-plastelina-roja. Tú, pobre-contrabajista, has perdido tus labios y ahora ya no te queda instrumento para cerrarte la boca y que no te pueda besar.

viernes, octubre 21, 2005

Quiero ser un animal, a veces. El vivir humano es más que tener vida y yo estoy cansada. El esfuerzo diario por lograr ser un poquito diferente del resto de seres vivos está acabando conmigo. Hoy me gustaría deshacerme de los problemas con una simple ducha purificadora. Me encantaría dejar de lado este sentimiento de culpabilidad que me destroza. Quiero ser un animal. No preocuparme hoy más que de llevarme un poco de comida a la boca y descansar. Lo peor del hombre es la conciencia, que nada tiene que ver con la religión. Por muy lejos que quieras huir de Dios, por muy apartado que hayas estado siempre, esa voz no nos abandonará jamás mientras sigamos siendo humanos. Yo hoy me siento como una criminal consciente de que en un momento u otro empezaré a pagar por mis pecados. Y quiero ser un animal y no pensar en ello hoy. Quiero un día libre. No cuestionarme nada, no martirizarme. Dejar estas lágrimas para otra ocasión. Quiero ser un animal que es capaz de dejar a sus crías para que aprendan solas. Yo nunca fui capaz de marcharme. Tampoco te dejé ir. La obsesión llegó tan lejos que hoy no puedo dejar de sentir este peso sobre mí constantemente. Han pasado diez años y aquí sigo. El ser humano se equivoca y se arrepiente pero lleva su error en sus venas hasta que muere. Yo no quiero morirme hoy. Quiero ser un animal. Merezco una muerte más cruenta. Un asesinato, por ejemplo. Quiero que me mate un rival más fuerte que yo. Quiero dejar de ver tu sangre en mis manos.

jueves, octubre 20, 2005

"Te quiero porque tienes las partes de la mujer en el lugar preciso y estás completa. No te falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo, leche de luna en las oscuras hojas. Quizás me ves, tal vez, acaso un día, en una lámpara apagada, en un rincón del cuarto donde duermes, soy la mancha, un punto en la pared, alguna raya que tus ojos, sin ti, se quedan viendo. Quizás me reconoces como una hora antigua cuando a solas preguntas, te interrogas con el cuerpo cerrado y sin respuesta. Soy una cicatriz que ya no existe, un beso ya lavado por el tiempo, un amor y otro amor que ya enterraste. Pero estás en mis manos y me tienes y en tus manos estoy, brasa, ceniza, para secar tus lágrimas que lloro. ¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba. Recoge mi cabeza. Guarda el brazo con que amé tu cintura. No me dejes en medio de tu sangre en esa toalla."
Jaime Sabines Autonecrología V., de Yuria
Tus ojos, sin ti, se quedan viéndome y tus manos, sin querer, me tocan. Me has probado. Era el trocito de chocolate negro del helado de chocolate que devoraste. Y me has escuchado en cada canción que se te cuela en la cabeza pero tus orejas perfectas no lo han notado. Y tu cama aún huele a mí y cada noche tu nariz me roza, aunque no te des cuenta. No lo sabes pero estoy ahí, sigo a tu lado. Me has mirado de lejos también pero no me has encontrado ni has sentido mi textura en tu lengua, ni mi voz susurrándote al oído. Tampoco te has percatado de que tu perfume y el mío siguen haciendo buena mezcla y que mis manos han endulzado tus sábanas para que cada madrugada, cuando duermas, sueñes a gusto con otra.

martes, octubre 18, 2005

ÉRASE UNA VEZ...
Era roja y brillante. Como tus labios. Y me supo a tu boca. No sabría explicarlo. Nunca supe describir sabores. Como aquella vez que tú me preguntaste por mi irresponsable adicción a la canela. Se me antojaba tan apetecible que no pude resistir la tentación. Como la de besarte los labios. Y como a tu boca le pegué un mordisco lento y suave. Y no vino a rescatarme ningún príncipe azul. Esta vez tampoco.

lunes, octubre 17, 2005

SI TE VAS

Si tú te vas no quedará nada. Mi memoria puede llegar a jugarme malas pasadas. Lo sabes. Probablemente ya ni te recuerde dentro de dos sábados. Habré olvidado tus besos, tus desayunos, tus poemas noctámbulos. No quedarán siquiera las fotografías que hicimos bajo las sábanas. Se habrán difuminado, como los recuerdos, como las mentiras. Si tú te vas, si me dejas ahora, no creas que esperaré sentada tu regreso. Sigo sin creer en los cuentos de hadas; será porque en tanto tiempo no me contaste ninguno. Supongo que se irán contigo los paseos descalzos con el asfalto ardiendo a nuestros pies y la mirada al cielo, esperando estrellas fugaces que nunca se cruzaron en nuestro camino. Será que no nos dimos la mano con suficiente fuerza. Será que nuestros labios no se dijeron nada. Si tú te vas, te lo llevarás todo. También los días nublados, las lágrimas derramadas. Si me dejas vacía, que sepas que también te llevas el dolor, te lo llevas todo. Si tú te vas, si te comes con cuchara todo lo que tuvimos... me lo quitas todo, también la sangre de las muñecas.

viernes, octubre 14, 2005

Truman Capote
Desayuno en Tiffany's (fragmento)

[No he podido evitarlo... me encanta]

"No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo."
Porque se dejó las huellas dactilares en tu cuerpo. Porque te cedió su piel. Por eso ahora no existe. Ha perdido toda la información vital. No figura en el registro desde hace días. Desde que te fuiste con todo lo que te dio. Sólo es un ser deambulante en busca de identidad. No tiene nombre. Ha perdido sus apellidos, su número. El cartel de su buzón ha desaparecido. A los cuentos que escribió se les borró la firma. No existe para nadie. Ni siquiera tú la recuerdas, aunque por tu sangre circula todo su aroma. Desagradecido.

martes, octubre 11, 2005

lunes, octubre 10, 2005

Con cuidado. Trátame con cariño. Hoy me siento frágil. Puedo romperme en mil pedacitos. Como entonces. No grites. No muerdas. No arañes. Con cuidado. Suavemente. Un beso dulce. Abrázame fuerte. No tanto. Cántame una canción al oído. Dame la mano. Hagamos otra con diez dedos. Mírame a los ojos. Ayúdame a cruzar la calle. Tengo miedo. Hay mucho ruido. Llévame a tu lugar secreto. Dame de comer. Déjame beberte. Con cuidado.

viernes, octubre 07, 2005

Me conmueves. ¿Te lo había dicho alguna vez? Llevo tiempo pensándolo y nunca te lo he dicho. Recuerdo aquella vez en el parque tantas veces compartido. Me arropaste las manos con las tuyas. Yo tenía frío y estaba nerviosa. Tú también lo estabas, lo confesaste después. Yo te quise un instante. Hay veces en que el amor me dura un minuto, otras más. En aquel momento me duró el tiempo en que mantuve calientes las manos. Ahora te quiero por otros motivos. Te quiero porque me conmueves y porque me pinchaste ahí dentro, donde se concentran todos los sentimientos posibles. Es una especie de órgano rojo recubierto de una membrana de terciopelo azul. Tú levantaste la membraba con cuidado y colocaste tus manos como lo haces cada vez que llueve y quieres que te golpee dulcemente. Lo bueno de todo esto es que no has roto la membrana azul. La has dejado ahí, retirada simplemente. Te llegó muy dentro cuando te dije que me la rompieron una vez. Y, al fin y al cabo, tú sólo quieres proteger mi órgano rojo con tu propia vida y tienes el detalle de dejar la membranita por si algún día mueres, o por si te mato, para que yo no muera más.

jueves, octubre 06, 2005

-Dueles
-No es verdad, te haces daño tú sola.
-Créeme, hace tiempo que dejé lo de cortarme las venas. Ahora quiero vivir.
-No lo parece.
-¿Cómo quieres que viva de esta manera?
-¿De cuál?
-Creyendo todo lo que dices.
-Haces bien en creerme.
-Depende de cuál sea tu propósito.
-¿Mi propósito?
-Si lo que quieres es matarme, lo estás consiguiendo.
-Muy bien. Entonces me voy.
-En tu línea... cobarde.
-No voy a discutir ahora. Luego hablamos. Necesito coger aire.
...
Me despierto a las tres de la mañana y no estás. He dejado las ventanas abiertas por si vuelves en mitad de la noche. Quizás te acuerdes de que olvidaste despedirte de mí y vengas a mi cama y me des un abrazo. No te espero tampoco pero aún te reservo tu lado del colchón. Quién sabe. Quizá te acuerdes de que sigo aquí, esperando. He pedido que no apaguen las farolas, por si acaso. Tampoco me he deshecho de tu libro de noche. No me atrevo a leerlo pero lo he abierto para ver tu letra marcando la primera página. Un día de estos voy a pedir que la estudien. Yo no sé descifrar mensajes ocultos. Sólo entiendo de hechos. Quizá comprenda así que el aire de mis labios te oprimía el pecho.

lunes, octubre 03, 2005

Hoy me he escondido por el centro un rato. Lo justo para perderme de vista a mí misma. Que ya estoy cansada de mí y de ti y de todos vosotros. Pero, sobre todo, he querido sentirme un puntito más en el mapa, un toque verde y fucsia en medio de una mancha de color. He mirado a los ojos de la gente. He tomado notas [La chica que se sentó a mi lado en el vagón estaba triste y la de enfrente descubrió que yo también lo estaba]. Luego deambulé por el centro comercial. Subí y bajé las mismas escaleras varias veces. Sólo hasta que averigüé qué hacía allí. Nada, pensé. Luego lo recordé y tuve que volver de nuevo. El pañuelo, al principio imprescindible, comenzó a oprimirme el cuello. Casi lo hizo con la fuerza de tus manos. Me lo arranqué en un ataque de histeria y comprobé las heridas que había dejado en mi piel. Aún me duele. Nadie se percató. Podría haberme muerto allí mismo en ese momento. Podría hacerlo aquí ahora. Qué más da. Sólo soy un puntito más en el mapa. Eso sí, verde y fucsia.

domingo, octubre 02, 2005

Secuestro

Me obligó a mirarle fijamente durante meses. No podía quitar la vista de sus ojos, ojos inmensos y oscuros, tan profundos como el pozo al que caí meses después. Sólo quería tener la certeza de que, cuando apartara sus ojos de mí, sus ojos fueran lo único que seguiría viendo.

sábado, octubre 01, 2005

El otro día fui al dentista. Es de las pocas cosas que no han cambiado desde que era niña. Odiaba los pimientos y ahora me encantan, y el tomate y los kiwis y un sinfin de aspectos que he ido aceptando a medida que crecía y maduraba. Pero lo del dentista es otra cosa. Odiaba y odio cuando me pone ese molde rellendo de flúor que hace que me atragante y el ruido que se te cuela en los oídos cuando te hacen una limpieza. Y esa sensación de estar pasándote un cuchillo entre los dientes y las encías. Es horrible. Y encima me ha dicho que el problema es que no aguanto el eléctrico hasta que empieza a hacer el ruidito para que lo apagues. Claro que no. No tengo tanta paciencia. No puedo dedicar cinco minutos de mi mañana, de mi tarde y de mi noche a lavarme la boca. Ni otro minuto a hacer enjuagues. Ni otro para quitarme las lentillas y lavarlas. Y lavarme la cara y darme crema. ¿Está loca? No puedo perder tanto tiempo. Si me pusiera a hacer la cuenta se irían alrededor de diez minutos antes de acostarme. Y en ese rato da tiempo a perder el sueño, a despejarte. Por no hablar de los otros diez minutos de cepillado durante el día. Y de los 40 minutos que tardo en ir a la facultad, y los de vuelta. Y las tardes que tengo que volver allí. Y los días en que al profesor se le olvida que tiene clase a las 8h de la mañana y a ti te ha costado tanto madrugar. Y cuando pierdes el metro (mejor cuando te cierra la puerta en tus narices) el día que vas a llegar tarde a clase, o adonde sea. O los dichosos anuncios que llenan la pantalla de cine antes de la proyección (no me meto con la TV porque si no no acabaría nunca), que retrasan varios minutos la película. O cuando ésta es una mierda y has perdido 6 euros y dos horas. O cuando salgo de casa y veo la parada del 152 vacía y giro la cabeza y compruebo que se acaba de ir. Sólo son 20 minutos más, la verdad, no sé por qué me quejo. Al fin y al cabo el día está lleno de momentos perdidos.

miércoles, septiembre 28, 2005

- No me entiendes, no haces por entenderme...
- ¿Qué?
- Hablo de mí, de nosotros.
- No comprendo.
- Digo que si no eres capaz de pararte a pensar un poco en mí no sé qué esperas de esto.
- ¿Qué espero de qué?
- ¿Lo ves? No me escuchas.
- Claro que te escucho, lo que pasa es que no te explicas bien.
- Ah, lo que faltaba. Resulta que yo no me explico.
- A ver, no te mosquees. ¿Qué te pasa?
- ¿No ves cómo no te fijas?
- ¿En qué?
- Es igual
- No, coño, no es igual. ¿Qué pretendes decir?
- Si es que no vas a cambiar nunca...
- Y dale...
- Oye, no te pongas así ahora, que la que lo está pasando mal soy yo
- Pero, ¿por qué?, ¿me lo quieres contar?
- Deberías saberlo
- ¿Cómo lo voy a saber si no me lo dices?
- Hay cosas que no hace falta decirlas
- Bueno, pues no me lo digas...
- ¿Ves cómo no te interesa lo que pasa?
- Joder, es que si no me lo quieres contar, ¿qué quieres que haga?
- Nada. No importa. Nunca lo ibas a entender.

martes, septiembre 27, 2005


Se han hecho tantas películas que hablan de amor. Se me vienen a la cabeza títulos como Casablanca, Dolls, El Hijo de la Novia y tantas que ahora no recuerdo porque estoy sobrecogida. He traído a mi memoria escenas de Rompiendo las Olas, la película más triste que jamás haya visto. La más dura, la más dolorosa. Hace mucho que la vi. Prometí no volver a hacerlo en mucho tiempo. Requiere preparación. Requiere fuerza. Nunca sentarme a mirar una pantalla había inundado tanto mis ojos. Imágenes tan desgarradoras que las vives, o mejor, las padeces. Amar no es amar si no amas como ella, con esa inocencia, esa dulzura, ese desprendimiento, esa forma tan generosa y atormentadora de querer.
¿Acaso eso es amor? ¿El amor puede hacer que te extingas, que dejes de ser por alguien? Tengo miedo.

domingo, septiembre 25, 2005


Estaba lloviendo ahí fuera. Miré por el cristal unos minutos, como intentando no pensar en nada de lo que estaba ocurriendo. Te dio tiempo a leer el periódico, beberte el café, fumarte un cigarro... pagar la cuenta. No podía mirarte. No soportaba que tus ojos estuvieran diciéndome la verdad. Pensaba, qué ingenua, que la mirada, al igual que las palabras, son capaces de mentir. Pensaba que seguirías fingiendo que todo iba bien, que me llamarías esa noche para que fuera a tu casa, que seguiría en pie la cena del sábado en ese restaurante asiático que tanto te gusta. Me despertó el sonido de tu silla y no pude evitar mirarte al levantarte. Tú no te diste cuenta. Disimulé tanto como me fue posible. Agarré el bolso. Tú cogiste mi abrigo, me lo colocaste dulcemente sobre los hombros y abriste la puerta. Yo seguía sin cruzar mi mirada con la tuya. Tenía miedo a una respuesta;Bastante daño hacían ya las palabras. Tú miraste a ambos lados sin decir nada. Empezamos a andar, como siempre, hacia ninguna parte. Protegías mi cabeza con el periódico. Las noticias del día se vertían sobre mí como antes me empapaba tu silencio. Dejó de llover. Retiraste bruscamente el periódico y lo tiraste en la primera papelera que encontraste. Vi como tu mano se dirigía a ella con una ansiedad asombrosa. Necesitabas librarte de ese periódico mojado. Al fin y al cabo ya lo habías leído y había perdido toda utilidad. Ya ni siquiera servía para protegerme. Miré hacia el suelo. Observaba mis pies sobre el asfalto. Pensaba en mis zapatos rojos sobre el suelo gris. Tenía una canción en mi cabeza. Giré una calle coincidiendo con el estribillo. No podía sacarla de mi cabeza. La repetí incansablemente hasta que llegué a mi portal. Miré hacia atrás y ya no estabas. Debí haberme dado cuenta al doblar la esquina que tú tomaste la otra dirección.

sábado, septiembre 24, 2005

Esta soy yo. En medio del parque que rodea tu casa. En mitad de la noche. Partida en dos por una tormenta que no quiere marcharse. [No la juzgo. Supongo que leyó en algún cuento que en los capítulos tristes suele haber lluvia, noche y pies descalzos. Yo sólo incumplía el último requisito. Llevaba esos zapatos rojos de charol que te gustaban tanto. Me gustaba ver cómo la lluvia los golpeaba con fuerza y ellos no se quejaban por mucho que estuvieran sufriendo]. Llevaba un cuaderno en la mano. De esos cuadernos bonitos sin gusano ni cuadrícula. De esos color tierra con páginas ásperas del mismo color. Había escrito tu nombre en la portada. Me bastó la yema del dedo índice. Quería que tú guardaras todo lo que había vertido en él. Fueron tantos momentos... el primer día escrito fue dos días antes de robarte un beso. Habíamos ido a dar un paseo y yo no sabía qué decir. No quería que pensaras que no tenía tema de conversación. Pero no lo tuve. Supuse que te haría ilusión descubrir eso. Ahora no estoy segura. Ahora que veo tu casa y me trae recuerdos que no quiero recordar, no sé si es mejor que lo destruya ahora mismo. Que lo tire junto a mis zapatos rojos hasta ver qué se destruye primero. Si te lo entregara me dolería tanto que comprobaras lo frágil que puedo llegar a ser... me dolería tanto que supieras que puedo llegar a romperme en pleno abrazo... Está claro, lo más fuerte que tengo son los pies y no quiero pensar en el día que tenga que pensarte descalza.

jueves, septiembre 22, 2005

Me aterra la idea de perder el control. No quiero que nada se me vaya de las manos. Quiero agarrar lo mío, sentir que es mío, pensar que todo depende de mí. Necesito que todo vaya como lo espero; dominar el devenir para poder cambiar lo que fue. Sentir que tengo las armas, las ganas, la fuerza para limpiar heridas, curar cicatrices, disimular destrozos. Pero la vida pasa sin darte cuenta, se escapa de tus manos al centro de gravedad.
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (MILAN KUNDERA)
"Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiró como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo.....Y le dio pena que en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte). Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro".
No sé qué hacer contigo. No bastó que te arrancara la lengua de un mordisco. No te fue suficiente. Ahora quieres también que te ampute los dedos. Los ojos te los perdono para que veas cómo acabo contigo. Es mi dulce venganza por quitarme la vida.

miércoles, septiembre 21, 2005

CARTA DE DESPEDIDA
de Ángel González
"A veces, mi egoísmo me llena de maldad, y te odio casi hasta hacerme daño a mí mismo: son los celos, la envidia, el asco al hombre, mi semejante aborrecible, como yo corrompido y sinremedio, mi querido hermano y parigual en la desgracia. A veces -o mejor dicho: casi nunca-, te odio tanto que te veo distinta. Ni en corazón ni en alma te pareces a la que amaba sólo hace un instante, y hasta tu cuerpo cambia y es más bello -quizá por imposible y por lejano-.Pero el odio también me modifica a mí mismo, y cuando quiero darme cuenta soy otro que no odia, que ama a esa desconocida cuyo nombre es el tuyo, que lleva tu apellido, y tiene,igual que tú, el cabello largo. Cuando sonríes, yo te reconozco,identifico tu perfil primero, y vuelvo a verte, al fin, tal como eras, como sigues siendo, como serás ya siempre, mientras te ame".

martes, septiembre 20, 2005



"MORE THAN THIS
YOU KNOW THERE'S NOTHING"


He soñado que me contabas un cuento, de esos que no me cuentas cuando estoy despierta, y los necesito, y lo sabes bien. Me hace falta un cuento. Unas palabras que me calmen cuando todo es gris y duele, cuando me sangran las manos y me late más deprisa el corazón, o no late. He soñado que me contabas un cuento. Me tenías en tus brazos y sonaba esa canción que hemos bailado en sueños. Era un cuento de lunas rojas y estrellas moradas, de esas que tenía en el techo de mi habitación cuando era pequeña. Ahora ya no veo ese cielo cuando cierro los ojos pero sigo soñando que me cuentas un cuento.

lunes, septiembre 19, 2005

Deja que me recupere un poco de esta noche en las estrellas viendo los fuegos artificiales desde arriba. Desde su muerte hasta su nacimiento. Qué bonito. Iván Ferreiro ha llenado el teatro esta noche. Qué noche. Qué suerte. Qué regalo, Kay. Te amo. Y nuestra maguita, con ese gorrito de mariposas. Qué amores. Qué concierto. Qué recuerdos. Gracias.
Porque Paloma es una de las canciones más bonitas de la música en español. Y ese "mi vida, fuimos a volar con un solo paracaídas" es triste, mucho. Y porque la escucho en mil versiones, en veinte labios distintos pero tiene la misma emoción, ese "fondo amargo". Porque tú y porque yo y porque, tal vez, nosotros, podemos cantarla y mirarnos y no saber qué decirnos. Pero si tú y yo, nosotros, nos cantamos esta canción nos estaremos diciendo tantas cosas... A veces robar, o tomar prestado (depende de hasta dónde la haces tuya) es la única forma de transmitir, decir, querer decir, decirte, hacerte saber hasta qué punto, hasta qué punto tú y yo, nosotros, nosotros... nos echamos a volar.

sábado, septiembre 17, 2005

NOCTURNO DE CHARLOTTESVILLE

"El demorado anochecer de septiembre es un tren de pensamiento, una herida
que no sangra, hierba muerta sin morir,
sin renuevos, sin elegancia,
El demorado anochecer de septiembre,
limpio de adjetivos, máxima abstracción y esplendor.

Se ha dicho que hay un final para la asignación de los nombres.
Se ha dicho que todo lo escrito está vacío.
Se ha dicho que los escorpiones danzan donde el lenguaje fracasa y cede.
Se ha dicho que algo brilla en cada oscuridad,
que algo resplandece.

Apoyados contra lo invisible, vencidos asentimos.
La noche se extiende sobre las hojas caídas
vuelta conocimiento en el patio de atrás,
desoladas sílabas
nos leen y nos marcan, apoyados contra lo invisible.

Luminosos nuestros sueños, fuego arrojado sobre el mundo.
Llega la mañana y todo se va.
La luz del sol oscurece la tierra".

viernes, septiembre 16, 2005

Me emocionan tus ojos. Y el detalle de dejar que me los comiera esta mañana en el desayuno. Sabían a batido de fresa y plátano y a sirope de caramelo. Puedo verme en tus ojos. Me los abres tanto que me encuentro en toda su superficie y a veces parezco más guapa que cuando me miro en el espejo. Te cambio un ojo tuyo por uno mío. Sé que sales perdiendo pero prometo no pedirte nada más esta semana. [La que viene empezaré con tus manos (gracias por guardarme las mías cuando dolían)]. Quizá tu ojo pueda seguir respirando en mi cuenca. No prometo nada. Pero lo cuidaré porque será lo más bonito que tenga. Tú con él mío puedes hacer lo que quieras pero si lo proteges seré la mujer más feliz del mundo. Podré seguir mirándote al otro ojo, ahora ya mío.

jueves, septiembre 15, 2005


Tienes dedos de pianista. O de máquina de escribir. No sé si sigues tocando el piano. Nunca me dedicaste ninguna canción. Ya lo sé, yo tampoco. Mi guitarra sólo sirve para coger polvo. En eso se parece a mi corazón. Soy demasiado inconstante y me siento incapaz de tocar dos acordes seguidos. Le he encontrado una utilidad, no te creas. Decora mi habitación: la funda hace juego con las paredes. Azul cielo. Cielo azul. Mar azul. Azul mar(ino). Respecto a lo de la máquina de escribir... sé que prefieres la pluma. Yo no estoy muy segura. Me cuesta sostener el bolígrafo más de dos "te quiero" seguidos.

miércoles, septiembre 14, 2005

Reconócelo. Te encanta. Te vuelve loco esa manera tan clara en que te mira. Te gusta su sonrisa. Y que te coja de la mano para bajar las escaleras del metro. Tiene miedo a caerse. Te encanta porque es frágil y fuerte al mismo tiempo, como la simultaneidad con que te escucha y repite trocitos de canciones en su cabeza. Te gusta cuando te echa la bronca por repetirle cincuenta veces la misma historia. Y esa manera en que baila tan sugerente en el vagón de metro. Te pone nervioso. También cuando aguanta en silencio más de la cuenta, y tú no sabes por qué, y no te lo dice. Te encanta cuando lleva el pelo suelto y le cae por los hombros; y cuando te hace cosquillas con él cuando está sobre ti. Cuando se pone nerviosa por cualquier tontería y tú ya no sabes qué hacer con ella. Va a acabar contigo. Lo sabes, pero te pierde cuando se ríe con picardía y te planta un beso inesperado; cuando pronuncia tu nombre al decirte “te quiero”.
No te preocupes. Tú también le encantas. Le gusta que le busques las cosquillas. Que le des besos en la mejilla (y se siente pequeña). Le encanta cuando la abrazas para que no tenga frío y le cantas al oído, y le susurras. Cuando te pones serio y cree que te has enfadado. Cuando estallas a reír. Le gusta que le cuentes cincuenta veces la misma historia y que te sepas los diálogos de las películas y los digas por encima de los protagonistas (salvo si es Paul Betanny). Y que la mires a los ojos con cara de pena, como implorando un beso que sabes que no va a negarte. Le encanta tu fragilidad y cómo la escondes. Le gusta cómo bailas (es cierto) y la forma que tienes de sonreír, y de quererla.

martes, septiembre 13, 2005


MIEDO

La miraste con miedo. Casi no te atrevías a sonreír. No sabías muy bien si lo tenías prohibido o es que a tu boca nunca le había dado por abrirse del todo. No quiero estropearlo, te decías mientras la mirabas a los ojos. Ella te respondió, quizá inquieta al sentirse observada. Nunca la han mirado tanto rato seguido. Nunca salvo aquella vez en que la mataron de una mirada. Apenas se acordaba pero no podía evitar sentirse incómoda. Tenía miedo también. Miedo de tu mirada, de tu no sonrisa, de tu silencio. Miedo y, al mismo tiempo, curiosidad. Curiosidad en saber cuántas vidas le quedan al gato. No dijiste nada en toda la noche. Sólo contemplabas cómo se retorcía entre las sábanas, cómo te daba la espalda para mirar el paisaje. Esa escena pictórica de una habitación sin vistas, sin luz, sin sonrisas. La observabas retirarse el pelo de la cara. Te encantaba ver cómo se le enredaba entre los dedos, los mismos que habían jugueteado por tu piel minutos antes. La primera vez que un juego no me arranca una sonrisa, pensaste. Tenías miedo. Tenía miedo. Teníais miedo el uno del otro. Ella no perdonaba que no hubieras sonreído. Tú no le perdonabas no hacerte sonreír. Se agarró con fuerza a la almohada, quizá intentando recuperar algo de lo que tuvisteis. No te atreviste a abrazarla con ganas, a contemplar con ella el paisaje oxidado. La dejaste sola, al otro lado del colchón, retorcida, como una niña pequeña que tiene miedo a la oscuridad. Estaba aterrorizada. Tenía miedo de ti. De tu oscuridad. No tenías ventanas. No dejabas ver tu paisaje. Te incorporaste de la cama. Te sentaste en el borde del colchón. Te vestiste. Cogiste tus cosas. Saliste de la habitación sin mirarla siquiera. Tenía los ojos secos, rojos, fijos en el paisaje. Ni siquiera el portazo le hizo parpadear. Se levantó con cuidado. Puso su mano sobre la pared y se quedó mirándola, temblando. Pudo verte cruzar la calle despacio. No te diste la vuelta.

lunes, septiembre 12, 2005

Mañana, cuando despiertes, piensa en mí, que he estado toda la noche soñando contigo y merezco unos minutos.

domingo, septiembre 11, 2005

Fue un instante. Me agarró por dentro, fuerte. Me llegó al alma. Un instante, no más. Me embriagó. Me llenó. Cubrió mis rincones. Un instante tan sólo. No duró más que una canción y unas palabras al oído.

sábado, septiembre 10, 2005

Me he enamorado de una fotografía, de una voz, de unas palabras. Me gustas sin apenas conocerte. Quizá es por eso por lo que me gustas. Porque no eres más que una ilusión, un deseo. Pero me he enamorado. Eres justo lo que quiero. Quiero que seas justo lo que eres. Y si no es así, déjame que lo crea. Deja que siga soñando contigo de esta forma tan escandalosa. Deja que te invente, te edifique. Déjame hacerme ilusiones.

viernes, septiembre 09, 2005

He cambiado de idea. No voy a levantarme esta mañana. Me cuesta más de la cuenta vestirme la piel, ponerme los labios, los ojos, las orejas. Lo de los tacones es otra cosa. Me tambaleo en ellos, lo sé, pero me encantan. Puedo ver diez centímetros más arriba sin subir la cabeza. Ya sabes que prefiero mantenerla horizontal.

jueves, septiembre 08, 2005


Me has pillado el corazón con tu caja-cenicero y me lo has dejado hecho polvo y gris y duele. Sólo quería llevarlo a cada uno de tus rincones. Bastaba con que hubieras puesto un cartel de Prohibido Pasar.
Lo pondré en remojo. Le daré de comer tres veces al día. Le susurraré cosas bonitas al oído hasta que vuelva a latir. Entonces colgaré un cartel en letras negras que diga: Cerrado por Derribo.

miércoles, septiembre 07, 2005

Me has quemado el corazón, las costillas. Tengo las manos hirviendo, las pestañas. Las calles que dejamos atrás se han escondido entre la sombra de las farolas.
No, no insistas. Prefiero no asomarme a la ventana. Quiero mantener en la retina la última mirada que me echaste. Quizá no la vuelva a ver. En cualquier caso, nunca será la misma. No sé cómo he salido con vida del incendio.

lunes, septiembre 05, 2005


Desapareció.

No dijo nada.

Ningún gesto que le hiciera presagiar el final de la línea discontinua que estaban trazando. Se quedó sola.

Esperando una llamada, un beso de despedida, un adiós. Pero se marchó como se marchaba cada tarde y lo único que oyó fue un hasta luego.

No volvió.

La dejó en penumbra, buscándole a tientas, intentando tocar con los dedos algún trocito de lo que tuvieron. “Siempre acudes a rescatarme”, decía. Y era verdad.

Lo quería tanto que olvidaba quererse a sí misma. Sabía descifrar cada frase que escribían sus ojos. Entraba en ellos abriendo puertas cerradas, atravesando paredes. Y encontraba miedo; también mucho amor.

Pero ese día, se le fue de las manos. Olvidó mirarle a los ojos y no supo ver el final.

No supo ver las verdades a medias, las medias mentiras, los párpados cerrados a fuerza de voluntad.

Bebió un poco; se metió en la cama. Trató de encontrar los porqués. Pero no había nada. Comenzó a leer las cartas, los mensajes. Sacó del baúl la caja de recuerdos y vio cómo salían a borbotones. Le empaparon el cuerpo y ahora no consigue escapar de ellos.

Pero “la vida sigue”, le dicen. Y ella lo sabe.

Sabe que hay algún camino más allá de esos ojos, que hay vida más allá de sus besos. Pero hay veces en que saberlo no sirve de nada. Ha perdido la orientación, el rumbo.

Vertió tanto que cree estar vacía. Como si por cada arteria de su cuerpo circularan sólo esos recuerdos. La asfixian, le oprimen el pecho, le impiden respirar, tomar aire.

Sueña con encontrar un desvío en la carretera de su cuerpo; o salir del coche, bajarse en marcha, salir corriendo.