El otro día fui al dentista. Es de las pocas cosas que no han cambiado desde que era niña. Odiaba los pimientos y ahora me encantan, y el tomate y los kiwis y un sinfin de aspectos que he ido aceptando a medida que crecía y maduraba. Pero lo del dentista es otra cosa. Odiaba y odio cuando me pone ese molde rellendo de flúor que hace que me atragante y el ruido que se te cuela en los oídos cuando te hacen una limpieza. Y esa sensación de estar pasándote un cuchillo entre los dientes y las encías. Es horrible. Y encima me ha dicho que el problema es que no aguanto el eléctrico hasta que empieza a hacer el ruidito para que lo apagues. Claro que no. No tengo tanta paciencia. No puedo dedicar cinco minutos de mi mañana, de mi tarde y de mi noche a lavarme la boca. Ni otro minuto a hacer enjuagues. Ni otro para quitarme las lentillas y lavarlas. Y lavarme la cara y darme crema. ¿Está loca? No puedo perder tanto tiempo. Si me pusiera a hacer la cuenta se irían alrededor de diez minutos antes de acostarme. Y en ese rato da tiempo a perder el sueño, a despejarte. Por no hablar de los otros diez minutos de cepillado durante el día. Y de los 40 minutos que tardo en ir a la facultad, y los de vuelta. Y las tardes que tengo que volver allí. Y los días en que al profesor se le olvida que tiene clase a las 8h de la mañana y a ti te ha costado tanto madrugar. Y cuando pierdes el metro (mejor cuando te cierra la puerta en tus narices) el día que vas a llegar tarde a clase, o adonde sea. O los dichosos anuncios que llenan la pantalla de cine antes de la proyección (no me meto con la TV porque si no no acabaría nunca), que retrasan varios minutos la película. O cuando ésta es una mierda y has perdido 6 euros y dos horas. O cuando salgo de casa y veo la parada del 152 vacía y giro la cabeza y compruebo que se acaba de ir. Sólo son 20 minutos más, la verdad, no sé por qué me quejo. Al fin y al cabo el día está lleno de momentos perdidos.
sábado, octubre 01, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
yo fui ayer por la mañana...suelo pedir el fluor de menta, eso de chicle y fresa para algo que me lo hace pasar mal, no lo entiendo; y ya que luego no me puedo enjuagar, prefiero tener aliento de menta. durante los 30 segundos que debe durar (a mi me parecen 300!!), en los que creo que me voy a ahogar con esa pasta viscosa, me concentro para que la química funcione y penetre en mis dientes la mayor cantidad posible de eso que no sé para que sirve...
a mi, cuando me pasa alguna de esas cosas con las que sientes que tu reloj acaba de devorar cruelmente tu existencia, me da por aprovechar las sinergias derivadas de el esfuerzo realizado (el despertarse en contra de lo que te pide la cabeza, correr hacia el vagón aunque las piernas no respondan,...)y transformarlas en sonrisas, palabras escritas, canciones cantadas, miradas cómplices,...
a la gente se le hace extraño ver a un chico con camisa, castellanos y chaqueta esperando en la parada del bus y cantando aquello de "...y yo te espero; te espero porque se que volverás; tal vez me de la vuelta un día y estés tú detrás..." de Antonio Vega.
...eso no son momentos perdidos.
mi dentista es mi amigo... acuérdate de mi tarde en caza y captura de la muela que no salió! y la boca destrozada. dan grima, pero bueno... yo qué sé. piensa que esos momentos que pierdes se compensan cuando llegas. y casi siempre se llega. casi.
a veces te pierdes por el camino, te daré la razón si la pides
Publicar un comentario