"Te quiero porque tienes las partes de la mujer en el lugar preciso y estás completa. No te falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo, leche de luna en las oscuras hojas. Quizás me ves, tal vez, acaso un día, en una lámpara apagada, en un rincón del cuarto donde duermes, soy la mancha, un punto en la pared, alguna raya que tus ojos, sin ti, se quedan viendo. Quizás me reconoces como una hora antigua cuando a solas preguntas, te interrogas con el cuerpo cerrado y sin respuesta. Soy una cicatriz que ya no existe, un beso ya lavado por el tiempo, un amor y otro amor que ya enterraste. Pero estás en mis manos y me tienes y en tus manos estoy, brasa, ceniza, para secar tus lágrimas que lloro. ¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba. Recoge mi cabeza. Guarda el brazo con que amé tu cintura. No me dejes en medio de tu sangre en esa toalla."
Jaime Sabines Autonecrología V., de Yuria
Tus ojos, sin ti, se quedan viéndome y tus manos, sin querer, me tocan. Me has probado. Era el trocito de chocolate negro del helado de chocolate que devoraste. Y me has escuchado en cada canción que se te cuela en la cabeza pero tus orejas perfectas no lo han notado. Y tu cama aún huele a mí y cada noche tu nariz me roza, aunque no te des cuenta. No lo sabes pero estoy ahí, sigo a tu lado. Me has mirado de lejos también pero no me has encontrado ni has sentido mi textura en tu lengua, ni mi voz susurrándote al oído. Tampoco te has percatado de que tu perfume y el mío siguen haciendo buena mezcla y que mis manos han endulzado tus sábanas para que cada madrugada, cuando duermas, sueñes a gusto con otra.