Me has quemado el corazón, las costillas. Tengo las manos hirviendo, las pestañas. Las calles que dejamos atrás se han escondido entre la sombra de las farolas.
No, no insistas. Prefiero no asomarme a la ventana. Quiero mantener en la retina la última mirada que me echaste. Quizá no la vuelva a ver. En cualquier caso, nunca será la misma. No sé cómo he salido con vida del incendio.
3 comentarios:
es tan bonito recordar las miradas. y no, nunca son las mismas
si las miradas fueran siempre las mismas, en la segunda nos quedaríamos ciegos...por eso ensayamos sobre la ceguera, para saber que detras de cada retina, hay un mundo entero por decubrir, capaz de incendiar los más fríos ánimos, o de hundir la más jovial de las alegrías...
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