- No me entiendes, no haces por entenderme...
- ¿Qué?
- Hablo de mí, de nosotros.
- No comprendo.
- Digo que si no eres capaz de pararte a pensar un poco en mí no sé qué esperas de esto.
- ¿Qué espero de qué?
- ¿Lo ves? No me escuchas.
- Claro que te escucho, lo que pasa es que no te explicas bien.
- Ah, lo que faltaba. Resulta que yo no me explico.
- A ver, no te mosquees. ¿Qué te pasa?
- ¿No ves cómo no te fijas?
- ¿En qué?
- Es igual
- No, coño, no es igual. ¿Qué pretendes decir?
- Si es que no vas a cambiar nunca...
- Y dale...
- Oye, no te pongas así ahora, que la que lo está pasando mal soy yo
- Pero, ¿por qué?, ¿me lo quieres contar?
- Deberías saberlo
- ¿Cómo lo voy a saber si no me lo dices?
- Hay cosas que no hace falta decirlas
- Bueno, pues no me lo digas...
- ¿Ves cómo no te interesa lo que pasa?
- Joder, es que si no me lo quieres contar, ¿qué quieres que haga?
- Nada. No importa. Nunca lo ibas a entender.
martes, septiembre 27, 2005
Se han hecho tantas películas que hablan de amor. Se me vienen a la cabeza títulos como Casablanca, Dolls, El Hijo de la Novia y tantas que ahora no recuerdo porque estoy sobrecogida. He traído a mi memoria escenas de Rompiendo las Olas, la película más triste que jamás haya visto. La más dura, la más dolorosa. Hace mucho que la vi. Prometí no volver a hacerlo en mucho tiempo. Requiere preparación. Requiere fuerza. Nunca sentarme a mirar una pantalla había inundado tanto mis ojos. Imágenes tan desgarradoras que las vives, o mejor, las padeces. Amar no es amar si no amas como ella, con esa inocencia, esa dulzura, ese desprendimiento, esa forma tan generosa y atormentadora de querer.
¿Acaso eso es amor? ¿El amor puede hacer que te extingas, que dejes de ser por alguien? Tengo miedo.
domingo, septiembre 25, 2005
Estaba lloviendo ahí fuera. Miré por el cristal unos minutos, como intentando no pensar en nada de lo que estaba ocurriendo. Te dio tiempo a leer el periódico, beberte el café, fumarte un cigarro... pagar la cuenta. No podía mirarte. No soportaba que tus ojos estuvieran diciéndome la verdad. Pensaba, qué ingenua, que la mirada, al igual que las palabras, son capaces de mentir. Pensaba que seguirías fingiendo que todo iba bien, que me llamarías esa noche para que fuera a tu casa, que seguiría en pie la cena del sábado en ese restaurante asiático que tanto te gusta. Me despertó el sonido de tu silla y no pude evitar mirarte al levantarte. Tú no te diste cuenta. Disimulé tanto como me fue posible. Agarré el bolso. Tú cogiste mi abrigo, me lo colocaste dulcemente sobre los hombros y abriste la puerta. Yo seguía sin cruzar mi mirada con la tuya. Tenía miedo a una respuesta;Bastante daño hacían ya las palabras. Tú miraste a ambos lados sin decir nada. Empezamos a andar, como siempre, hacia ninguna parte. Protegías mi cabeza con el periódico. Las noticias del día se vertían sobre mí como antes me empapaba tu silencio. Dejó de llover. Retiraste bruscamente el periódico y lo tiraste en la primera papelera que encontraste. Vi como tu mano se dirigía a ella con una ansiedad asombrosa. Necesitabas librarte de ese periódico mojado. Al fin y al cabo ya lo habías leído y había perdido toda utilidad. Ya ni siquiera servía para protegerme. Miré hacia el suelo. Observaba mis pies sobre el asfalto. Pensaba en mis zapatos rojos sobre el suelo gris. Tenía una canción en mi cabeza. Giré una calle coincidiendo con el estribillo. No podía sacarla de mi cabeza. La repetí incansablemente hasta que llegué a mi portal. Miré hacia atrás y ya no estabas. Debí haberme dado cuenta al doblar la esquina que tú tomaste la otra dirección.
sábado, septiembre 24, 2005
Esta soy yo. En medio del parque que rodea tu casa. En mitad de la noche. Partida en dos por una tormenta que no quiere marcharse. [No la juzgo. Supongo que leyó en algún cuento que en los capítulos tristes suele haber lluvia, noche y pies descalzos. Yo sólo incumplía el último requisito. Llevaba esos zapatos rojos de charol que te gustaban tanto. Me gustaba ver cómo la lluvia los golpeaba con fuerza y ellos no se quejaban por mucho que estuvieran sufriendo]. Llevaba un cuaderno en la mano. De esos cuadernos bonitos sin gusano ni cuadrícula. De esos color tierra con páginas ásperas del mismo color. Había escrito tu nombre en la portada. Me bastó la yema del dedo índice. Quería que tú guardaras todo lo que había vertido en él. Fueron tantos momentos... el primer día escrito fue dos días antes de robarte un beso. Habíamos ido a dar un paseo y yo no sabía qué decir. No quería que pensaras que no tenía tema de conversación. Pero no lo tuve. Supuse que te haría ilusión descubrir eso. Ahora no estoy segura. Ahora que veo tu casa y me trae recuerdos que no quiero recordar, no sé si es mejor que lo destruya ahora mismo. Que lo tire junto a mis zapatos rojos hasta ver qué se destruye primero. Si te lo entregara me dolería tanto que comprobaras lo frágil que puedo llegar a ser... me dolería tanto que supieras que puedo llegar a romperme en pleno abrazo... Está claro, lo más fuerte que tengo son los pies y no quiero pensar en el día que tenga que pensarte descalza.
jueves, septiembre 22, 2005
Me aterra la idea de perder el control. No quiero que nada se me vaya de las manos. Quiero agarrar lo mío, sentir que es mío, pensar que todo depende de mí. Necesito que todo vaya como lo espero; dominar el devenir para poder cambiar lo que fue. Sentir que tengo las armas, las ganas, la fuerza para limpiar heridas, curar cicatrices, disimular destrozos. Pero la vida pasa sin darte cuenta, se escapa de tus manos al centro de gravedad.
LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (MILAN KUNDERA)
"Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiró como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo.....Y le dio pena que en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte). Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro".
miércoles, septiembre 21, 2005
CARTA DE DESPEDIDA
"A veces, mi egoísmo me llena de maldad, y te odio casi hasta hacerme daño a mí mismo: son los celos, la envidia, el asco al hombre, mi semejante aborrecible, como yo corrompido y sinremedio, mi querido hermano y parigual en la desgracia. A veces -o mejor dicho: casi nunca-, te odio tanto que te veo distinta. Ni en corazón ni en alma te pareces a la que amaba sólo hace un instante, y hasta tu cuerpo cambia y es más bello -quizá por imposible y por lejano-.Pero el odio también me modifica a mí mismo, y cuando quiero darme cuenta soy otro que no odia, que ama a esa desconocida cuyo nombre es el tuyo, que lleva tu apellido, y tiene,igual que tú, el cabello largo. Cuando sonríes, yo te reconozco,identifico tu perfil primero, y vuelvo a verte, al fin, tal como eras, como sigues siendo, como serás ya siempre, mientras te ame".
martes, septiembre 20, 2005
He soñado que me contabas un cuento, de esos que no me cuentas cuando estoy despierta, y los necesito, y lo sabes bien. Me hace falta un cuento. Unas palabras que me calmen cuando todo es gris y duele, cuando me sangran las manos y me late más deprisa el corazón, o no late. He soñado que me contabas un cuento. Me tenías en tus brazos y sonaba esa canción que hemos bailado en sueños. Era un cuento de lunas rojas y estrellas moradas, de esas que tenía en el techo de mi habitación cuando era pequeña. Ahora ya no veo ese cielo cuando cierro los ojos pero sigo soñando que me cuentas un cuento.
lunes, septiembre 19, 2005
Deja que me recupere un poco de esta noche en las estrellas viendo los fuegos artificiales desde arriba. Desde su muerte hasta su nacimiento. Qué bonito. Iván Ferreiro ha llenado el teatro esta noche. Qué noche. Qué suerte. Qué regalo, Kay. Te amo. Y nuestra maguita, con ese gorrito de mariposas. Qué amores. Qué concierto. Qué recuerdos. Gracias.
Porque Paloma es una de las canciones más bonitas de la música en español. Y ese "mi vida, fuimos a volar con un solo paracaídas" es triste, mucho. Y porque la escucho en mil versiones, en veinte labios distintos pero tiene la misma emoción, ese "fondo amargo". Porque tú y porque yo y porque, tal vez, nosotros, podemos cantarla y mirarnos y no saber qué decirnos. Pero si tú y yo, nosotros, nos cantamos esta canción nos estaremos diciendo tantas cosas... A veces robar, o tomar prestado (depende de hasta dónde la haces tuya) es la única forma de transmitir, decir, querer decir, decirte, hacerte saber hasta qué punto, hasta qué punto tú y yo, nosotros, nosotros... nos echamos a volar.
sábado, septiembre 17, 2005
NOCTURNO DE CHARLOTTESVILLE
"El demorado anochecer de septiembre es un tren de pensamiento, una herida
que no sangra, hierba muerta sin morir,
sin renuevos, sin elegancia,
El demorado anochecer de septiembre,
limpio de adjetivos, máxima abstracción y esplendor.
Se ha dicho que hay un final para la asignación de los nombres.
Se ha dicho que todo lo escrito está vacío.
Se ha dicho que los escorpiones danzan donde el lenguaje fracasa y cede.
Se ha dicho que algo brilla en cada oscuridad,
que algo resplandece.
Apoyados contra lo invisible, vencidos asentimos.
La noche se extiende sobre las hojas caídas
vuelta conocimiento en el patio de atrás,
desoladas sílabas
nos leen y nos marcan, apoyados contra lo invisible.
Luminosos nuestros sueños, fuego arrojado sobre el mundo.
Llega la mañana y todo se va.
La luz del sol oscurece la tierra".
"El demorado anochecer de septiembre es un tren de pensamiento, una herida
que no sangra, hierba muerta sin morir,
sin renuevos, sin elegancia,
El demorado anochecer de septiembre,
limpio de adjetivos, máxima abstracción y esplendor.
Se ha dicho que hay un final para la asignación de los nombres.
Se ha dicho que todo lo escrito está vacío.
Se ha dicho que los escorpiones danzan donde el lenguaje fracasa y cede.
Se ha dicho que algo brilla en cada oscuridad,
que algo resplandece.
Apoyados contra lo invisible, vencidos asentimos.
La noche se extiende sobre las hojas caídas
vuelta conocimiento en el patio de atrás,
desoladas sílabas
nos leen y nos marcan, apoyados contra lo invisible.
Luminosos nuestros sueños, fuego arrojado sobre el mundo.
Llega la mañana y todo se va.
La luz del sol oscurece la tierra".
viernes, septiembre 16, 2005
Me emocionan tus ojos. Y el detalle de dejar que me los comiera esta mañana en el desayuno. Sabían a batido de fresa y plátano y a sirope de caramelo. Puedo verme en tus ojos. Me los abres tanto que me encuentro en toda su superficie y a veces parezco más guapa que cuando me miro en el espejo. Te cambio un ojo tuyo por uno mío. Sé que sales perdiendo pero prometo no pedirte nada más esta semana. [La que viene empezaré con tus manos (gracias por guardarme las mías cuando dolían)]. Quizá tu ojo pueda seguir respirando en mi cuenca. No prometo nada. Pero lo cuidaré porque será lo más bonito que tenga. Tú con él mío puedes hacer lo que quieras pero si lo proteges seré la mujer más feliz del mundo. Podré seguir mirándote al otro ojo, ahora ya mío.
jueves, septiembre 15, 2005
Tienes dedos de pianista. O de máquina de escribir. No sé si sigues tocando el piano. Nunca me dedicaste ninguna canción. Ya lo sé, yo tampoco. Mi guitarra sólo sirve para coger polvo. En eso se parece a mi corazón. Soy demasiado inconstante y me siento incapaz de tocar dos acordes seguidos. Le he encontrado una utilidad, no te creas. Decora mi habitación: la funda hace juego con las paredes. Azul cielo. Cielo azul. Mar azul. Azul mar(ino). Respecto a lo de la máquina de escribir... sé que prefieres la pluma. Yo no estoy muy segura. Me cuesta sostener el bolígrafo más de dos "te quiero" seguidos.
miércoles, septiembre 14, 2005
Reconócelo. Te encanta. Te vuelve loco esa manera tan clara en que te mira. Te gusta su sonrisa. Y que te coja de la mano para bajar las escaleras del metro. Tiene miedo a caerse. Te encanta porque es frágil y fuerte al mismo tiempo, como la simultaneidad con que te escucha y repite trocitos de canciones en su cabeza. Te gusta cuando te echa la bronca por repetirle cincuenta veces la misma historia. Y esa manera en que baila tan sugerente en el vagón de metro. Te pone nervioso. También cuando aguanta en silencio más de la cuenta, y tú no sabes por qué, y no te lo dice. Te encanta cuando lleva el pelo suelto y le cae por los hombros; y cuando te hace cosquillas con él cuando está sobre ti. Cuando se pone nerviosa por cualquier tontería y tú ya no sabes qué hacer con ella. Va a acabar contigo. Lo sabes, pero te pierde cuando se ríe con picardía y te planta un beso inesperado; cuando pronuncia tu nombre al decirte “te quiero”.
No te preocupes. Tú también le encantas. Le gusta que le busques las cosquillas. Que le des besos en la mejilla (y se siente pequeña). Le encanta cuando la abrazas para que no tenga frío y le cantas al oído, y le susurras. Cuando te pones serio y cree que te has enfadado. Cuando estallas a reír. Le gusta que le cuentes cincuenta veces la misma historia y que te sepas los diálogos de las películas y los digas por encima de los protagonistas (salvo si es Paul Betanny). Y que la mires a los ojos con cara de pena, como implorando un beso que sabes que no va a negarte. Le encanta tu fragilidad y cómo la escondes. Le gusta cómo bailas (es cierto) y la forma que tienes de sonreír, y de quererla.
No te preocupes. Tú también le encantas. Le gusta que le busques las cosquillas. Que le des besos en la mejilla (y se siente pequeña). Le encanta cuando la abrazas para que no tenga frío y le cantas al oído, y le susurras. Cuando te pones serio y cree que te has enfadado. Cuando estallas a reír. Le gusta que le cuentes cincuenta veces la misma historia y que te sepas los diálogos de las películas y los digas por encima de los protagonistas (salvo si es Paul Betanny). Y que la mires a los ojos con cara de pena, como implorando un beso que sabes que no va a negarte. Le encanta tu fragilidad y cómo la escondes. Le gusta cómo bailas (es cierto) y la forma que tienes de sonreír, y de quererla.
martes, septiembre 13, 2005
MIEDO
La miraste con miedo. Casi no te atrevías a sonreír. No sabías muy bien si lo tenías prohibido o es que a tu boca nunca le había dado por abrirse del todo. No quiero estropearlo, te decías mientras la mirabas a los ojos. Ella te respondió, quizá inquieta al sentirse observada. Nunca la han mirado tanto rato seguido. Nunca salvo aquella vez en que la mataron de una mirada. Apenas se acordaba pero no podía evitar sentirse incómoda. Tenía miedo también. Miedo de tu mirada, de tu no sonrisa, de tu silencio. Miedo y, al mismo tiempo, curiosidad. Curiosidad en saber cuántas vidas le quedan al gato. No dijiste nada en toda la noche. Sólo contemplabas cómo se retorcía entre las sábanas, cómo te daba la espalda para mirar el paisaje. Esa escena pictórica de una habitación sin vistas, sin luz, sin sonrisas. La observabas retirarse el pelo de la cara. Te encantaba ver cómo se le enredaba entre los dedos, los mismos que habían jugueteado por tu piel minutos antes. La primera vez que un juego no me arranca una sonrisa, pensaste. Tenías miedo. Tenía miedo. Teníais miedo el uno del otro. Ella no perdonaba que no hubieras sonreído. Tú no le perdonabas no hacerte sonreír. Se agarró con fuerza a la almohada, quizá intentando recuperar algo de lo que tuvisteis. No te atreviste a abrazarla con ganas, a contemplar con ella el paisaje oxidado. La dejaste sola, al otro lado del colchón, retorcida, como una niña pequeña que tiene miedo a la oscuridad. Estaba aterrorizada. Tenía miedo de ti. De tu oscuridad. No tenías ventanas. No dejabas ver tu paisaje. Te incorporaste de la cama. Te sentaste en el borde del colchón. Te vestiste. Cogiste tus cosas. Saliste de la habitación sin mirarla siquiera. Tenía los ojos secos, rojos, fijos en el paisaje. Ni siquiera el portazo le hizo parpadear. Se levantó con cuidado. Puso su mano sobre la pared y se quedó mirándola, temblando. Pudo verte cruzar la calle despacio. No te diste la vuelta.
lunes, septiembre 12, 2005
domingo, septiembre 11, 2005
sábado, septiembre 10, 2005
Me he enamorado de una fotografía, de una voz, de unas palabras. Me gustas sin apenas conocerte. Quizá es por eso por lo que me gustas. Porque no eres más que una ilusión, un deseo. Pero me he enamorado. Eres justo lo que quiero. Quiero que seas justo lo que eres. Y si no es así, déjame que lo crea. Deja que siga soñando contigo de esta forma tan escandalosa. Deja que te invente, te edifique. Déjame hacerme ilusiones.
viernes, septiembre 09, 2005
He cambiado de idea. No voy a levantarme esta mañana. Me cuesta más de la cuenta vestirme la piel, ponerme los labios, los ojos, las orejas. Lo de los tacones es otra cosa. Me tambaleo en ellos, lo sé, pero me encantan. Puedo ver diez centímetros más arriba sin subir la cabeza. Ya sabes que prefiero mantenerla horizontal.
jueves, septiembre 08, 2005
Me has pillado el corazón con tu caja-cenicero y me lo has dejado hecho polvo y gris y duele. Sólo quería llevarlo a cada uno de tus rincones. Bastaba con que hubieras puesto un cartel de Prohibido Pasar.
Lo pondré en remojo. Le daré de comer tres veces al día. Le susurraré cosas bonitas al oído hasta que vuelva a latir. Entonces colgaré un cartel en letras negras que diga: Cerrado por Derribo.
Lo pondré en remojo. Le daré de comer tres veces al día. Le susurraré cosas bonitas al oído hasta que vuelva a latir. Entonces colgaré un cartel en letras negras que diga: Cerrado por Derribo.
miércoles, septiembre 07, 2005
Me has quemado el corazón, las costillas. Tengo las manos hirviendo, las pestañas. Las calles que dejamos atrás se han escondido entre la sombra de las farolas.
No, no insistas. Prefiero no asomarme a la ventana. Quiero mantener en la retina la última mirada que me echaste. Quizá no la vuelva a ver. En cualquier caso, nunca será la misma. No sé cómo he salido con vida del incendio.
lunes, septiembre 05, 2005
Desapareció.
No dijo nada.
Ningún gesto que le hiciera presagiar el final de la línea discontinua que estaban trazando. Se quedó sola.
Esperando una llamada, un beso de despedida, un adiós. Pero se marchó como se marchaba cada tarde y lo único que oyó fue un hasta luego.
No volvió.
La dejó en penumbra, buscándole a tientas, intentando tocar con los dedos algún trocito de lo que tuvieron. “Siempre acudes a rescatarme”, decía. Y era verdad.
Lo quería tanto que olvidaba quererse a sí misma. Sabía descifrar cada frase que escribían sus ojos. Entraba en ellos abriendo puertas cerradas, atravesando paredes. Y encontraba miedo; también mucho amor.
Pero ese día, se le fue de las manos. Olvidó mirarle a los ojos y no supo ver el final.
No supo ver las verdades a medias, las medias mentiras, los párpados cerrados a fuerza de voluntad.
Bebió un poco; se metió en la cama. Trató de encontrar los porqués. Pero no había nada. Comenzó a leer las cartas, los mensajes. Sacó del baúl la caja de recuerdos y vio cómo salían a borbotones. Le empaparon el cuerpo y ahora no consigue escapar de ellos.
Pero “la vida sigue”, le dicen. Y ella lo sabe.
Sabe que hay algún camino más allá de esos ojos, que hay vida más allá de sus besos. Pero hay veces en que saberlo no sirve de nada. Ha perdido la orientación, el rumbo.
Vertió tanto que cree estar vacía. Como si por cada arteria de su cuerpo circularan sólo esos recuerdos. La asfixian, le oprimen el pecho, le impiden respirar, tomar aire.
Sueña con encontrar un desvío en la carretera de su cuerpo; o salir del coche, bajarse en marcha, salir corriendo.
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