domingo, noviembre 27, 2005

Se sentía como una muñeca en un escaparate con luces de neón. Todos observaban cada movimiento que hacía. Les resultaba imposible dejar de mirarla y ella veía cómo movían los labios. Pero no escuchaba nada salvo el silencio aterrador de lo que dejaba a su espalda.
Él pasaba cada día, como el resto, sólo por verla. Cambiaba el recorrido hacia su casa para mirarle a los ojos unos instantes. No se atrevía a más. Bastante observada debe sentirse, pensaba. Y caminaba escuchando canciones que soñaba pronunciar algún día. Ella nunca se dio cuenta. Expuesta ante miradas feroces y palabras puntiagudas, a veces cerraba los ojos para permitirse un trocito de sueño. Pensaba en arco iris y en montañas mágicas. Pensaba en abrazos algodonados y besos de verdad. Mientras tanto, esperaba que algún hambriento pasara a buscarla y le despertara del sueño al que intentaba escapar.
Algunos transeúntes sólo se reían. Parecían divertirse como se divierten viendo un concurso de televisión. En realidad, ella era consciente de que no era más que una marioneta de un teatrillo barato. Para él, sin embargo, era la princesa encerrada, capaz de convertir los barrotes en helado de fresa. Y es que él la veía con ese velo rojo que vuelca corazones al borde del suicidio. Ella, para él, era el policía que te salva del salto.
Pero nunca se dio cuenta. Nunca encontró un motivo para huir de ese infierno donde nunca sale el sol pero hace frío. Porque él, en su egoísmo, nunca se atrevió a devolverle el favor. Disfrutaba observándola, como hacían todos. No se dio cuenta de que, para ella, el brillo en unas retinas no le hacía feliz. Nunca acudió a rescatarla. Un día, se cayó el velo y observó aterrorizado que los cristales estaban teñidos de ese mismo color.

viernes, noviembre 25, 2005

No cambies de tema. Los dos sabemos de qué hablamos cuando hablamos del tiempo. Una tormenta se avecina sobre nuestros tejados, esos que no nos atrevemos a compartir. Te lo dijo tu padre. No hay nada más interesante que una conversación sobre la meteorología en un ascensor pequeño. Llegas a conocer al otro por completo con pequeños detalles. Deberías haberme psicoanalizado mucho antes. Ahora ya sabrías lo que quería decirte.

martes, noviembre 22, 2005

Es un mensaje de amor para el chico del metro y para el que me vendió el libro de Umbral el pasado domingo. Es un te-quiero para el que se sienta en frente en la biblioteca y el que comparte reposa-brazos en el cine conmigo. Para todos a los que nunca he conocido ni lo haré pero que han despertado en mí las ganas. Porque nunca sabré a qué saben sus besos ni cuanto duelen sus abrazos. Ni sabré si me dirían te-amo la primera semana. Yo los miro, disfruto observando. Pienso en cómo serán por el calzado que usan. Y me pregunto si esa camisa es comprada o regalo, si viven en casa o comparten piso con amigos. Si tienen con quién desayunar, desnudos, en la cama. Si son de aquí o de ninguna parte.

Y nunca sabré si van al cine los domingos y eligen la película sólo mirando el cartel. Ni tampoco sabré si continúan viendo a sus amigos del colegio ni si hacen deporte en sus ratos libres. Me gusta observarlos y pensar en su voz y en si tiran la ropa al suelo cuando llegan a casa después de un duro día de trabajo. Si les gusta el café solo o con leche y cuántos sobres de azúcar necesitan. Y quiero saber si abren los ojos cuando besan y la puerta para dejar pasar y si llevan paraguas de colores. Me gusta leerles las manos desde lejos, descifrarles el futuro. Pensar en si precisan gestos o palabras. Si se arriesgan o tienen miedo. Escribo sobre ellos muchas veces preguntándome si alguna vez coincidiremos en un sueño, en un pasillo… si recordaré su cara. A veces una persona sólo se te agarra un momento porque ese magnetismo depende de muchas otras cosas. Quizá mañana me cruce con ellos y ni siquiera enlacemos la mirada. Por eso les dedico este escrito, por lo efímero, por los te-quiero soñados, por la química que sólo dura el camino a casa y porque, afortunadamente, nunca los volveré a ver.

sábado, noviembre 19, 2005

MoMo
(Michael Ende)
"Le parecía estar encerrada en una caverna rodeada de riquezas incontables que se hacían cada vez mayores y amenazaban asfixiarla. Y no había salida. Nadie podía llegar hasta ella y ella no se podía hacer notar a nadie, tan aplastada estaba bajo una montaña de tiempo. Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca la música ni haber visto los colores. No obstante, si le hubiesen dado a elegir, no habría renunciado a ese recuerdo por nada del mundo. Aunque se hubiera muerto por ello. Pues eso era lo que vivía ahora: que hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas. "

jueves, noviembre 17, 2005

Si pudiera tenerte esta noche y besarte y quererte, abrazarte.
Si pudiera sentirte por dentro, respirarte, beberte,
comer-te
y contigo
y mañana pudiera
dormirte
y curarte y lamerte, adorarte,
Y pudiera morderte y tocarte
y llegar-te.
Si pudiera decirte y mirarte, abrazarte en color-es y –arte...

miércoles, noviembre 16, 2005

Hoy haré una excepción a todo lo que he escrito hasta ahora porque la ocasión lo merece. Incluso, como excepción, voy a escribir en negro, pero no os acostumbréis. Y es que ayer tuvo lugar en mi facultad un acto homenaje a Bobby Deglané, que coincidía con el aniversario del centenario de su nacimiento, y en el que se presentaba el libro Bobby Deglané, el arquitecto de la radio, escrito por Miguel Ángel Nieto. Vinieron invitados de la talla de Carlos Herrera, Luis del Olmo, Mariano de la Banda, Alicia López Budia, Marisol del Valle y muchos otros. Grandes, muy grandes.

Como el autor del libro había sido profesor nuestro, contó con nosotros para organizar el acto y encargarnos personalmente de cada uno de los ponentes, a los que haríamos una entrevista después, por parejas. Y aquí es adonde os quería llevar. El personaje del que yo era encargada era nada más y nada menos que José Luis Pecker. Fue una elección personal porque además su hijo nos había dado clase el año anterior y queríamos agradecérselo en cierta forma. También, qué duda cabe, porque es uno de los mejores profesionales de la radio y la TV que ha existido jamás. Pero muy especialmente porque habíamos oído que lo habían dado totalmente de lado en la radio donde trabajaba por aquellos tiempos.


A lo largo de todas las ponencias iban desfilando cada uno de estos (inmensos) periodistas para hablar de su experiencia con Bobby, sus aventuras, lo que aprendieron de él, lo que ha significado para ellos y para la historia de la radio… nosotros (el equipo organizador) esperábamos en un lateral del Aula Magna a que fuera el turno del nuestro para acompañarlo al atril. Pecker fue de los últimos en hablar, y hasta entonces, las palabras de muchos de sus compañeros iban dirigidas a él. Carlos Herrera lo criticó (entre risas y lágrimas) por no escuchar nunca su programa. Pecker, se excusó, cuando fue su turno, diciendo que no lo escuchaba ni a él ni a nadie. Y ¿por qué? Porque lo ha dado todo, ha entregado su vida por la radio, se ha volcado en cuerpo y alma y no se lo han querido agradecer. Nos ha regalado un trabajo ejemplar del que cualquiera de nosotros podría aprender y ni siquiera se han molestado en hacérnoslo llegar a los de mi generación. Se quedó en el olvido de muchos, pero en el recuerdo de los más grandes, y de esas mentes aún despiertas que lo siguen amando. No fui la única que lloró con su intervención, pero es que no es difícil llorar cuando descubres lo que previamente había dicho Bobby en una ocasión: una palabra vale más que mil imágenes. Es cierto, Pecker me lo hizo ver. Su voz, su forma de jugar con ella llevándola a territorios inhóspitos, bailando las palabras, subiendo montañas para luego bucear con ellas… me tocó por dentro hasta descomponerme. Y yo, que lo tenía que ayudar a bajar las escaleras (necesita muletas para sostenerse) para conducirlo a su sitio, casi dejo caer una lágrima. Pero no llegó ahí. Llegó cuando cerró el acto uno de los hijos de Bobby Deglané y entre muchos agradecimientos (¡qué adorable familia!) tuvo un especial recuerdo para José Luis Pecker y, claro, una, que no es de piedra, se pone a llorar, muerta de la vergüenza (pero no lo suficiente como para dejar de hacerlo).

Pero es que una había estado hablando antes con él y ya la había emocionado. Sus palabras de cariño para su mujer (me contó cómo se conocieron, los hijos que tuvieron, los nietos…), cómo se le llenaba la boca hablando de su hijo Carlos (entre otras cosas, realizador de la Ruta Quetzal, y el que había sido mi profesor de Producción y Realización Audiovisual), cómo lo quería la gente (todos los ponentes se entregaban a él en efusivos abrazos). Y, qué queréis que os diga. Bobby ha tenido que esperar mucho tiempo para recibir un más que merecido homenaje y da rabia, mucha. Y a Pecker le han hecho tanto daño que ya ni siquiera es capaz de escuchar la radio (sólo música, Albéniz). Qué pena. Yo es que soy incapaz de asimilarlo. La vida es injusta. Y nosotros… a nosotros nos falta que nos refresquen la memoria histórica un poquito porque es una lástima la basura que tenemos que soportar en los Medios de Comunicación. Y ayer deseé haber tenido veintidós años en los cincuenta.
Para todos los inquietos y, especialmente, a los que ayer nos volcamos en el homenaje.


Y aquí va una canción como un mar de palabras

domingo, noviembre 13, 2005

No escribo en inglés porque no siento en más idioma que en el mío. Sin embargo, he de decir que hay sentimientos que ya directamente los tengo asociados a canciones que no son de aquí. Y digo, no sé, que "everybody cries and everybody hurts sometimes" y que tengo miedo, que tengo miedo a hacerte daño. También llevo clavada la guerra declarada y esa rendición "it's you who has won". Porque esto nos lo tomamos como un juego al fin y al cabo. Yo, recuerdo, te pedía "silence, please" porque en el fondo me sentía "weak and powerless" pero no hacías caso: "you fondle my trigger, then you blame my gun", y así siempre. Y yo me tumbaba en mi cama... "how I wish you were here", pero tú nunca venías a por mí. Te odié por eso, "cause I couldn't hate myself", porque tenía "pictures of you" machacadas en la piel, porque dolías.

viernes, noviembre 11, 2005

ESTA NOCHE QUE ES UN AÑO EN EL INFIERNO*


No sé si es mejor atacar o preparar la defensa. Quizá deba lanzarte palabras asesinas, apuntar al centro de tu tierra o clavarte un puñal directamente. Quizá deba proteger mis partes dulces y esconderme en la trinchera y esperar.
En esta guerra a muerte que has lanzado, me dejas indecisa y temerosa, sabiendo que tú eres el fuerte y que puedes conmigo. Sabiendo, sobre todo, que más que la habilidad puede el deseo; y que me tienes ganas, tantas ganas...


* Fragmento de una canción de Carlos Chaouen

miércoles, noviembre 09, 2005

Hay películas que se te marcan a fuego en la retina y te dejan cicatrices en la piel. Frases tatuadas en el sistema nervioso. Imágenes vengativas que evocan más de lo que debieran. Y hay algunas que lo resumen todo, que se cargan los bolsillos de malas intenciones, que desnudan con un sólo vistazo. Y hay un nombre en mi cabeza que lo reúne todo. Se puede pedir poco más, pero no es seguro que llegue.
Soy un ser complejo. Mitad hombre y mitad ángel. Es decir, estoy medio vivo y medio muerto [Tierra].
Estar enamorada no es fácil. No basta con desearlo, hay que oírlo [Los Amantes del Círculo Polar].
Me voy a morir de tanto amor [Lucía y el Sexo].
La quiero desde mis entrañas. La necesito igual que a mi hígado, a mi cerebro, a mis ojos. Sin ella se me rompen los huesos, se me derriten los pulmones y no puedo respirar... Sofía me hace falta para vivir [La Ardilla Roja].
Nunca he tenido el corazón tan rojo [Los Amantes del Círculo Polar]

domingo, noviembre 06, 2005

Bebo un poco del veneno que me ofreces y despego mis labios de ti para respirar un poco. Necesito aire si quieres darme otra dosis. Ya sabes que una no es suficiente para acabar conmigo. Si quieres matarme, no vayas siempre a por mí. Haz que me crea que me quieres. Hazme regalos, invítame a cenar, escríbeme una carta de amor envuelta en tu perfume. Mírame a los ojos cuando me hagas el amor. Llámame dos veces al día. Ven a buscarme al trabajo con un ramo de flores. Intenta también mantener menos tiempo los besos, soltarme la mano sin motivo, alegar dolor de cabeza en la cama. No me traigas el desayuno los fines de semana. No me cantes esa canción
al oído. No me busques a oscuras. No me abraces. No me des siempre la razón. Moriré el día en que, sabiendo que me quieres, siga viendo estas nubes negras
.

viernes, noviembre 04, 2005

Tú no decías te echo de menos sino te echo en falta. Tampoco me dabas besos normales ni me cogías la mano como lo hacen los novios de las demás. Ya no recuerdo la primera vez que escupiste un te quiero pero recuerdo que el resto vinieron en las voces de otros, arropadas por acordes inventados. Tú no me dabas abrazos, me abrazabas por dentro. Te comías mis entrañas en el desayuno y esperabas hambriento la cena. Yo no tenía más que ofrecerte que un poema de amor escrito en una servilleta, una entrada de cine, una mirada a tiempo. Pero además te di una noche de lluvia, una mañana de sol, una fotografía en blanco y negro. Una despedida fácil.

miércoles, noviembre 02, 2005

Me gusta dividir las palabras y despedazar las partes de mi cuerpo. Los componentes por el todo. Comprobar cómo estos no son nada si no forman parte de algo superior. Separo los significantes en sílabas que aisladas no dicen nada. Para enfatizar lo que llevan dentro, para que quede constancia de su belleza formal. Del mismo modo, mis hombros no son nada sin una cabeza que sostener; ni mis pies tendrían ningún sentido si no aguantaran mi cuerpo. Nos-tal-gia suena más bonito si haces hincapié en cada una de esas piezas que incrementan el poder de su significado. Mis labios adquieren un nivel mayor porque me abren la boca y me la cierran y son una de mis ventanas al mundo. También, en ocasiones, los mismos guiones que separan lexemas y morfemas, sirven como vínculo entre palabras diversas que de otra forma se pierden entre espacios en blanco. Si digo "te quiero" no es suficiente. Te digo, por tanto, que te-quiero. Porque enlazo el verbo, ya hermoso en sí mismo, con un pronombre personal de la segunda persona. Así dejo bien claro que te he adjudicado una acción tan bonita. Que-te-la-adjudico-a-ti. Ocurre lo mismo con las partes del cuerpo. Todas ellas son porque yo soy ellas. Porque me conforman. Sin embargo, no contentas con ser, precisan también de más cosas. Precisan, por ejemplo, de ti. Si mis ojos ven, dichosos mis ojos. Pero ellos quieren ver más, y te miran. Así son de una forma extrema; rebosan los límites del ser. Ocurre con todo. Todos los cuerpos están formados por moléculas y éstas por átomos y éstos por corteza y núcleo que a su vez contienen electrones, protones y neutrones. Somos indivisibles porque si bien podríamos fragmentarnos, al perder una parte, nos vaciamos un poco. Por eso abrazo las sílabas y las palabras, para remarcar esa unión invisible que las une. Por eso divido la palabra, para resaltar que, por separado, no es nada.