miércoles, abril 26, 2006

Ellos

ÉL
es alto y a ti te parece el más alto del mundo y es guapo y a ti te parece precioso y es inteligente y tú le darías un premio a la sabiduría y además es generoso y se hace preguntas y nada sacia su curiosidad hasta que no apareces tú y le cierras la boca con un beso. Te encanta su boca. Pasarías en ella tantas temporadas. Te gusta navegarla y aprenderla como todas esas asignaturas que aprendes sabiendo que no van a servirte para nada. Pero esto lo haces con ganas, porque ella te devuelve con creces tanto tiempo en sus olas. Y te gustan sus pies y sus manos. Sobre todo sus manos porque nunca habías imaginado que existían unas manos tan bonitas. Pero existen y son tuyas. Que te las regaló esa noche en que las puso sobre la mesa y a ti no te quedó más remedio que tomarlas y besarlas y decirle que nunca nadie te había hecho un regalo tan bonito -aunque en realidad no dijiste nada, pero te pusiste a llorar, que es más o menos lo mismo-. Y, sin embargo, cada día te hace mejores regalos si cabe.
ELLA
dice que exageras pero no lo puedes evitar. Te conmueven sus ojos porque te ves en ellos y porque siempre apuntan a ti, como esa bala que te clavó y no consigues arrancarte. Es que ella se dedicaba a ir dejándote heridas para poder tener una excusa y después curarte. Y lo hace. Y cuando no sabe hacerlo te sonríe y a ti te gusta tanto su sonrisa que eres capaz de perdonarle cualquier cosa. Y te vuelve loco cuando se coloca tanto el flequillo hasta taparse bien la frente a pesar de que tú preferirías que la tuviera al descubierto: ya sabes que la reserva para ti. Me ha dicho que no entiende cómo puedes soportarla pero no tiene muy claro todavía cómo puedes amarla de esa manera en que lo haces. Es tan egocéntrica que se creía la única capaz de hacerlo así, poniéndolo todo, agarrándose a ti desde las entrañas hasta las orejas. Qué puede hacer, ya sabes que no concibe otro plan de acción que el de pasarse las horas espíandote con el rabillo del ojo, ese que forma parte del tándem que tanto te emociona.

viernes, abril 21, 2006

Por Dentro

Y luego estabas tú y esa particular manera de cerrar los ojos sin cerrarlos del todo y que sólo yo veía cuando juntábamos los labios y nos bebíamos y nos queríamos tanto, tanto que ya no nos duele. Y yo abría los ojos para mirarte a los ojos y observaba que habías dejado tus párpados a medio cerrar y yo podía verte los ojos, los de dentro, y me sentía privilegiada por poder tener esa imagen ante mí: tus ojos entreabiertos, que es lo mismo que tú queriendo cerrarlos y yo empujando desde abajo para vértelos, para seguir observándote mientras los intentas cerrar.

Porque tú nunca cerraste la puerta con llave y yo podía seguirte los pasos por el hueco que dejaste abierto. Cogí una silla de madera roja a punto de morir –exactamente igual que yo cuando dolías- y me sentaba a perseguirte con los ojos, a buscarte en esa habitación a la que no tenía acceso y que era verde, verde abrigo, y olía a una colonia cuyo frasco era del mismo color, y estabas tú ahí dentro, y yo podía verte dormir, verte comer, verte abrazar, verte llorar, verte escuchar, verte ver, verte morir, verte reír, verte besar, y todos los demás estaban fuera de campo para mí, fuera del alcance de la ranura de tu puerta, esa puerta que en el fondo eras tú y que son tus párpados cuando no los dejas caer del todo. Porque tú siempre quieres regalarme más que nadie. Tú siempre quieres regalarte más que nadie.

(…) Por dejarme mirarte por dentro, levantar tus persianas, abrir tu puerta, pasar adentro. Y porque ni siquiera me dejas que llame antes de entrar.

domingo, abril 16, 2006

Tropiezos y con-sentidos

Que te he estado esperando y me has estado esperando en paradas de autobús y aeropuertos en vela. Y te he estado esperando con los ojos rojos y la piel seca y tú con los ojos secos y la piel roja. Que pedíamos a gritos una cuerda para atar nuestras ventanas que querían jurarse amor eterno y chillaban de rabia y nosotros apenas las oíamos. Apenas las queríamos oír.

Que te he estado esperando en el sueño de siempre como siempre has estado tú esperando en el café de siempre. Que siempre nos hemos esperado. Que te he amado siempre y me has amado siempre y hemos escrito cartas siempre que nunca hemos mandado. Pero que te he seguido siempre cuando te ibas lejos y cuando no querías verme o te escondías o cuando me cruzaba contigo una mañana de lluvia y paraguas verde pistacho.

Te gusta el helado de pistacho y te gustan los pistachos de ese país que no visitaremos pero que yo he viajado contigo en nuestros sueños a recoger pistachos para ti.

Y me has estado esperando aunque doliera más de la cuenta pensarme porque en el fondo siempre hemos estado en el banquillo aunque saliéramos a entrenar de vez en cuando. Y siempre parecía que íbamos a entrar a jugar pero siempre nos dejaban con las ganas. Ahora estamos disfrutando del partido que dura más de dos tiempos y un descanso. Este partido nuestro dura años luz míos y años luz tuyos, aunque los años luz sólo midan la distancia. Hasta hoy. Que yo te he estado esperando tanto tiempo y te he amado desde tan lejos y tan profundo y tú has estado esperando tanto tiempo y me has amado desde tan lejos y tan profundo que hace falta repetir palabras porque lo que llevan dentro cambia cada vez que se pronuncian. Que yo te he estado esperando en una sala de cine en carne viva y lágrimas de cristal sin colores. Y tú has tenido que interrumpir varias comidas porque te iban a estallar los ojos rojos.

Y te he estado esperando cuando preferías quedarte en otros brazos, que aunque yo también estuviera en otros brazos yo te estaba esperando. Y que te estaba esperando aun cuando no tenía extremidades inferiores –que me fuiste comiendo hasta hacerme desaparecer-. Que acabaste conmigo y yo acabé contigo y a los dos nos siguieron quedando ganas de esperarnos cuando se ponía gris el cielo o cuando se abría y tus sonrisas pasaban más desapercibidas que de costumbre.
Que yo te seguía robando besos, seguía tomándote prestados los labios y las manos y el cuello y esa espalda que me daba vértigo, que aún me lo da. Que tú seguías viéndome en fotografías en blanco y negro y al abrir la ventana me veías pasar y probablemente mirarte con los ojos clavados en ti y rojos y secos los ojos de mirarte. Que tú me seguías cantando al oído y que no me hacía falta vivir en silencio para escucharte. Que nos hemos amado tanto y siempre y tan de dentro y tan hacia dentro y tan profundo y tan de verdad y tan sin palabras y tan impronunciable y tanto y tan difícil de explicar.

Siento tropezarse las palabras.

martes, abril 11, 2006


Hay calles con luz y calles que se iluminan a tu paso

pero lo que nosotros hacemos cuando nos damos los labios es ir sobreexponiendo muchas otras,

saturando colores, exagerando contraluces.

viernes, abril 07, 2006

Sección temporal en la historia

Te quiero
Aunque te hayas ido. Aunque me hayas arrancado la piel que me prestaste. Aunque digas que no me quieres por mucho que yo sepa que lo sigues haciendo. Por mucho que yo sepa que tenías que irte. Por poco que yo quiera.
A pesar de que te has llevado los colores y has dejado un poco de verde en las esquinas de esta habitación que ya no entiende de nada ni deja pasar la luz. Aunque este colchón haya dejado su trabajo por falta de éste. Aunque mi corazón esté en suspensión hasta nuevo aviso.
No importa que la mesa de comer se haya quedado grande ni que yo haya perdido las ganas de alimentar el frigorífico y él a mí. A pesar de que las persianas se han cansado de subir a las alturas y de que las canciones han perdido sus corcheas.
Aunque no te lo dijera con suficientes ganas ni te dejara leerme. Aunque te diga que te odio y que espero que acabes encontrando los corazones que te faltan. A pesar de los golpes que te doy en pesadillas azules y poco contrastadas. A pesar de la sangre.
Te quiero y sé que no te marchas por falta de amor o porque no te doy los abrazos suficientes. Te quiero a pesar de no saber por qué te vas, por qué me dejas sola cuando me han salido goteras por las paredes. Te quiero porque no me hace falta entender tus motivos para quererte.

martes, abril 04, 2006

Artistas

Se enamoró de él porque era artista y porque tenía los ojos exactamente del mismo color que los suyos.

Pensó que podrían servirle en caso de perderlos
y pensó que podría regalarle obras de arte por su cumpleaños.

Le encantaba mirarle las manos mientras trabajaba, cuando luchaba por fundir fachadas con paisaje. Le gustaba su cuerpo en tensión, la forma que adquiría su cuello y la parte superior de la espalda y cómo su escritora favorita lo había descrito ya mucho mejor que ella.
Y que no sólo hacía arte sino que lo tenía. Poseía la magia inyectada en las venas y regalaba risas contagiosas y palabras que aprendía en los periódicos. Se esforzaba por hacer poesía sin darse cuenta de que el poema era él. Que él es obra parida por peritos en letras y amaneceres.

lunes, abril 03, 2006

De tu boca

Cuelgan de tu boca hilos de seda, de tu boca de fresa y caramelo, de tu boca tan sabia y tan abierta, de tu boca de rojo terciopelo

Cuelgan hilos de seda tan suaves,

hilos largos y dulces y traviesos

hilos que se escapan de esa boca tan llena de virtudes que rebosa abrazos, idiomas y poemas.

Quiero que hilos de fresa de tu boca se me agarren por dentro en doble nudo.


Quiero que tu boca aparque sus hilos en cada parte de mí para engancharse, que tengo lleno de plazas disponibles todas las esquinas de este garaje privado.

Sólo quiero tu boca, risa y roja. Tu boca con sus lazos en muñecas, codos y tobillos, llenándolo todo de seda y terciopelo, creando una cárcel contigo,

que ya no es cárcel.

domingo, abril 02, 2006

Me quedo contigo

  • ante páginas en blanco y falta de ideas
  • en los días oscuros y borrosos
  • en tormentas de noche y cristales rotos
  • en sinsonrisas al lado ni a la vista
  • en lágrimas propias y escondidas
  • en enfermedad presente o venidera
  • en precipicios y vértigo
  • en tumores que envenenan y destrozan
  • en flaquezas posibles
  • en hastío y desidia
  • en la ausencia del color
  • en la pérdida, la huída y el fracaso
  • en la caída que duele y la que mata
  • si hay agujas clavadas en tus ojos
  • en la ausencia de luz y de aire libre

Me quedo contigo porque no concibo otra forma de quedarme. Porque no estar contigo es vivir en huída continua, en búsqueda incansable de ojos, manos y arterias que me recuerden a los tuyos. Porque quiero quedarme y apoyar la cabeza en tu pecho y dormirme ahí, entre tus brazos. Porque me sigo quedando contigo con el paso del tiempo, porque no encuentro otra forma de pasarlo. Porque soy feliz y me haces falta para esbozar una sonrisa de las grandes. Porque quedarme contigo es un regalo y mirarte las pupilas, mi actividad favorita. Me quedo contigo porque te has adherido a mi piel como gasa a la herida y ya no puedo despegarte sin sentirme incompleta.