Ella que se sabía artista, la pobre, y que artista quería morir
y no quería vivir de otra manera.
Le gustaba pintar y dibujarte
y le gustaba sobre todo hacer fotografías, capturar con su ojo caprichoso y descarado todo lo que a la luz se esconde.
Y sufría.
La pobre sufría tanto que ya había empezado a disfrutar del llanto
y no podía ser de otra manera.
Recuerdo que una vez llegó diciendo le he dado los dedos de las manos y uno a uno se los ha comido. Los ha metido en su boca y me los ha devuelto fríos, fríos y llenos de nada, marcados de por vida.
Nunca tuvo buen ojo con los chicos
que llegaban y le hacían daño
y se reían de ella por la noche, después de darse y después de quererlos tanto y tan para siempre como nunca.
Por lo menos escribía de ello y gozaba al ver tanta sangre en el papel en blanco.
Le gustaba sufrir o eso es lo que parece cuando ves esas fotos tan oscuras y chillonas
o esos cuadros imposibles de descifrar entre tanto llanto y con tan poco sentido.
Las palabras las altera según se levante y se vista de un color o de otro.
Le gusta el rojo y a veces se pinta los labios a juego con los zapatos o al menos con uno de ellos,
y sale a dar una vuelta y a que la miren
con envidia ellas, con pasión ellos,
que ella lo sabe y le gusta y por eso sale tanto y hace tantas obras de arte.
a tí, que ya no serás quien fuiste
Hace 1 semana



