jueves, diciembre 29, 2005

Escena inolvidable de Good Will Hunting...

Will and Skylar lie in bed. Skylar watches Will sleep. She
gets up and goes to the fridge. Returning to the bed:

SKYLAR
Will? Are you awake?

WILL
No.

SKYLAR
Come with me to California.

WILL
What?

SKYLAR
I want you to come with me.

WILL
How do you know that?

SKYLAR
I know. I just do.

WILL
Yeah, but how do you know?

SKYLAR
I don't know. I just feel it.

WILL
And you're sure about that?

SKYLAR
Yeah, I'm sure.

WILL
'Cause that's a serious thing you're
sayin'. I mean, we might be in
California next week and you could
find out somethin' about me that you
don't like. And you might feel like
"hey this is a big mistake."
(getting upset)
But you can't take it back, 'cause you
know it's real serious and you can't
take somethin' like that back. Now
I'm in California, 'cause you asked me
to come. But you don't really want me
there. And I'm stuck in California
with someone who really doesn't want
me there and just wishes they had a
take-back.

SKYLAR
"Take-back?" What is that? I don't
want a take-back. I want you to come
to California with me.

WILL
I can't go out to California.

SKYLAR
Why not?

WILL
One, because I have a job here and two
because I live here--

SKYLAR
(beat)
Look, Will if you're not in love with
me, you can say that.

WILL
I'm not sayin' I'm not in love with
you.

SKYLAR
Then what are you afraid of?

WILL
What do you mean "What am I afraid
of?"

SKYLAR
Why won't you come with me? What are
you so scared of?

WILL
What am I scared of?

SKYLAR
Well, what aren't you scared of? You
live in your safe little world where
nobody challenges you and you're scared
shitless to do anything else--

WILL
--Don't tell me about my world. You're
the one that's afraid. You just want
to have your little fling with the guy
from the other side of town and marry--

SKYLAR
Is that what you think--

WILL
--some prick from Stanford that your
parents will approve of. Then you'll
sit around with the rest of the upper
crust kids and talk about how you went
slummin' too.

SKYLAR
I inherited that money when I was
thirteen, when my father died.

WILL
At least you have a mother.

SKYLAR
Fuck you! You think I want this?
That money's a burden to me. Every
day I wake up and I wish I could give
that back. I'd give everything I have
back to spend one more day with my
father. But that's life. And I deal
with it. So don't put that shit on
me. You're the one that's afraid.

WILL
What the fuck am I afraid of?!

SKYLAR
You're afraid of me. You're afraid
that I won't love you back. And guess
what? I'm afraid too. But at least I
have the balls to it give it a shot. At
least I'm honest with you.

WILL
I'm not honest?

SKYLAR
What about your twelve brothers?

WILL
Oh, is that what this is about? You
want to hear that I don't really have
any brothers? That I'm a fuckin'
orphan? Is that what you want to hear?

SKYLAR
Yes, Will. I didn't even know that?

WILL
No, you don't want to hear that.

SKYLAR
Yes, I do, Will.

WILL
You don't want to hear that I got
cigarettes put out on me when I was a
little kid. That this isn't surgery

Will lifts his shirt, revealing a six inch SCAR on his torso.

WILL (cont'd)
You don't want to hear that. Don't
tell me you want to hear that shit!!

SKYLAR
Yes I do. Did you ever think that
maybe I could help you? That maybe
that's the point, that we're a team?

WILL
What, you want to come in here and
save me? Is that what you want to do?
Do I have a sign that says "save me"
on my back?

SKYLAR
I don't want to "save" you. I just
want to be with you. I love you. I
love you!

Will, full of self-loathing, raises his hand to strike her.

WILL
Don't bullshit me! Don't fuckin'
bullshit me!

SKYLAR
(standing up to him)
You know what I want to hear? I want
to hear that you don't love me. If
you tell me that, then I'll leave you
alone. I won't ask any questions and
I won't be in your life.

A beat. Will looks Skylar dead in the eye. Lowers his hand.

WILL
I don't love you.

He walks out.


lunes, diciembre 26, 2005

No hace falta que hable. No hay nada por decir que no se hayan dicho ya. Comprende su lenguaje. Entiende cuando le grita desde la boca del estómago. Ve sus lágrimas en su mejilla aunque no pueda oirle llorar. Le sigue de cerca. Tiene sus ojos clavados a los suyos compartiendo almohada y sus pies enredados aunque no esté presente. No es necesario. A veces basta que compartan estar vivos para amarse en silencio.
"Los ojos de Stahr y de Kathleen se encontraron y se miraron fijamente. Durante un momento se hicieron el amor como nadie se atrevería a hacerlo. Sus miradas fueron más lentas que un abrazo, más apremiantes que una llamada".

El Último Magnate

Francis Scott Fitzgerald

miércoles, diciembre 21, 2005

Por la mañana te irías. La dejarías en la cama, durmiendo o haciéndose la dormida. Cogerías tu ropa y te vestirías a escondidas en el baño. Te acercarías sigilosamente a la puerta. No dejarías una nota de despedida ni un número de teléfono. Tampoco el café caliente ni tostadas quemadas. Ya contaba con eso. Por eso no te dijo que te quería aunque así lo sentía. Ni te abrazó con fuerza. Porque esos abrazos que regala luego exigen ser devueltos por la mañana, cuando la ves con el pelo enredado y la cara desnuda. Ya sabía que te irías y aún así quiso probarte. Lo suficiente para no engancharte a la cama con lazos de besos. Lo bastante como para dejar caer una lágrima al alargar la mano y no tocarte.

lunes, diciembre 19, 2005

Gustave Flaubert (Madame Bovary)

“Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ninguna novedad para él. Emma se parecía a las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos o venales le habían murmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de las mismas; había que rebajar, pensaba él, los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas."

domingo, diciembre 18, 2005

Se ha cortado las manos. No sé de qué te extrañas. Él ya dijo que prefería no tenerlas si no podía tocarte. ¿Recuerdas esa carta accidentada? Quizá no supiste leerla pero él dijo: “no sé estar sin ti; yo soy contigo”. ¿Lo ves ahora? No le hacen falta las manos. Le dolía tocar tus recuerdos y no rozarte siquiera. Le sobraban las manos. Las echará de menos, pero no tanto como cuando te fuiste. Cuando dijiste: “sin mí estarás mejor”, y él supo que mejor y tú ausente eran contradicciones. Como cuando dijiste que le odiabas y le querías al mismo tiempo. Y sólo tú supiste lo que significaba. Y sólo él supo entenderlo.

Ahora que tiene amputados corazón y manos, no sé de qué te va a servir. Pero dice que sigue esperando. Que los ha guardado en un frasco de cristal bien cerrado en la nevera. Ya sabes dónde habita. Dice que te espera en la cama, que te ha dejado una bata blanca a la entrada y el resto de instrumentos en el baño. Que cuando quieras puedes ir a devolverle la vida que se ha quitado y a curarle las heridas. Ya sabes que siempre creyó en segundas oportunidades.

jueves, diciembre 15, 2005

Tiene las manos vacías.
El corazón sin tráfico. Los semáforos verdes.
Sólo quiere que le den un abrazo de esos que dicen "estoy para quedarme, para desayunar contigo y contarte cuentos por las noches".
Está pidiendo a gritos que le cierren la boca con los dedos borrachos. Cansado de vivir en los tejados y mendigar amor y algo de abrigo.
Tiene los ojos vacíos.
Las piernas desgastadas. La cama en carne viva.
Sólo quiere que le besen por dentro. No tener que aparcar en doble fila. Dejar el alquiler. Pagar una hipoteca. Amueblar una casa. Conocerte. Amarte. Que dejes tu ropa en el armario y en el baño el cepillo de dientes.

martes, diciembre 13, 2005

Te has vuelto a equivocar.
Con los dedos.
De nuevo.
Y con la boca.
Has tropezado en rincones inadmisibles. No puedo perdonarte. He de ponerme seria esta vez. Desde que me conoces te he enseñado mi cuerpo. No sólo en fotografías. También has visto dibujos y hasta has podido tocarme.
No sólo tocarme.
Has tenido la suerte de probar conmigo todos tus sentidos [Doy fe de que funcionan a la perfección].
Pero no me distraigas.
Te digo que te equivocas. Que tus dedos ya no saben moverse por mis calles. Que me estás descolocando las piezas.
¿Lo ves? Ya no sabes besarme las rodillas.
No es que no sepas, es que no las encuentras. Los labios quizás se lleven matrícula de honor. Pero no es suficiente. Estate atento. Prepárate a conciencia. He dejado más fotocopias en reprografía. Y estudia duro. Es el quinto examen que suspendes esta semana.

lunes, diciembre 12, 2005

Querido amante. Se nos acabó el tiempo de los besos y los desayunos. Mi marido volverá esta noche. Al parecer, pretende darme una sorpresa. Le echaré de menos. Fotografiaré cada rincón que haya rozado. Guardaré su taza de café y la servilleta. Descuide, he escondido sus cartas y me he deshecho de las colillas de los cigarrillos de después. No podemos volver a vernos. Comprenda que no puedo arriesgarme más. Pongo en juego mi honor y mi vida. Ha sido maravilloso tenerle en casa este tiempo. He disfrutado mucho de pensamiento, palabra, obra y no-omisión. Creo que nunca podré agradecérselo bastante. Pero debe irse lejos. Mi marido podría descubrir un pequeño detalle que se me hubiera escapado. Un pelo en la almohada o su olor en mi piel. Se volvería loco. Los celos se apoderarían de él y querría matarlo. Supongo que lo entiende. Es usted muy sensato. Por eso me gusta tanto, porque dejaba la sensatez en la puerta, con el abrigo y el sombrero. Quién sabe, quizás coincidamos dentro de un año otra vez en el mercadillo. Suelo ir a primeros de Octubre. Me gusta ver los toldos de los puestos teñidos de naranja por las hojas. Si nos viéramos, puede permitirse el lujo de mirarme desde lejos y fotografiarme con los ojos. Si me atrapa, prometo encontrar el rincón con menos luz y la mejor banda sonora.

domingo, diciembre 11, 2005

Estaba sentado en uno de los columpios de madera del parque infantil de debajo de tu casa. Miraba al suelo, a las hojas del árbol de al lado que se amontonaban bajo sus pies y a los papeles gastados de la papelera tumbada de enfrente. Pensaba en ti, en tu pelo rizado donde enredó sus sueños hace ya un par de otoños y sintió unas ganas infinitas de llorar que prefirió calmar columpiándose un poco. A veces el aire te corta la respiración y las lágrimas. Bueno, el aire y el frío. Y hacía frío, mucho frío. Se balanceó en el columpio de madera de color verde mientras tarareaba aquella canción de los setenta. Y pensaba en ti, en las hojas amontonadas como queriendo amortiguar su caída, y en los papeles que parecía haber vomitado la papelera de enfrente. Pensaba en que quizá había algo para él, quién sabe, desde aquel parque se vislumbraba la ventana de tu habitación, los visillos rotos y la lámpara roja de tu escritorio. Desde allí dibujabas palabras enfermas en papeles de rayas. Te gustaba escribir cortando las líneas, como haciendo cruces, como si no quisieras seguir caminos señalizados. Bajó del columpio. Cogió algunos de los papeles arrugados y fue abriendo uno a uno. Ni rastro de ti. No llevaban tu letra, ni tus lágrimas, ni jirones de tu piel cosidos en el reverso. De repente, sintió que el aire comenzaba a bailar sobre su cabeza al ritmo de aquella canción de los setenta tan gastada, y observó una hoja de papel que revoloteaba sobre él, justo entre su pelo y las nubes. Tu ventana un poco más arriba. Comenzó a leer:
¿Te acuerdas de mí? Yo aún maldigo tus besos, tus abrazos, los columpios de madera verde del parque de abajo, las canciones de los setenta, los versos, tus manos en mis tobillos, tu boca en mi espalda… he perdido la piel. Ni siquiera supe guardar un poco para coser a esta última carta. Ahora todo me afecta. Ni siquiera puedo abrir ya la ventana. El viento puede partirme los huesos y abrasarme la endodermis”.

sábado, diciembre 10, 2005

She is red and small and likes rain and cornflakes. He is blue and tall and likes learning and martial arts. She loves writing and singing in the shower and kissing his lips when they're soft and shouting. She is falling in love -and off the bed- but is afraid of wanting him too much when it is cold and she needs kisses and cuddles and listening to songs that would make her cry in other circumstances. He is very clever and has poured his words down on her so she has learnt what love means and has taught him how to smile with his eyes. Now he believes in ginger angels and she believes in samurais.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

jueves, diciembre 08, 2005

ME ENCANTA ESTA ESCENA. ES, SIN DUDA, LO MEJOR DE LA PELÍCULA. YO HE QUERIDO SER LUCÍA SÓLO POR ESTE MOMENTO DE LA CAFETERÍA. PORQUE LO IMPORTANTE NO ES QUE FUNCIONE SINO INTENTARLO...


LUCÍA: Oye, ¿puedo hablar contigo?

LORENZO: ¿Ahora?

LUCÍA: Bueno, pues luego.

LORENZO: Es que estoy con un amigo... ¿sobre qué es?

LUCÍA: Verás...

LORENZO: ¿Te pasa algo?

LUCÍA: Sí

LORENZO: Dime

LUCÍA: ¿Ahora?

[Lorenzo se sienta en su mesa, y le pregunta]

LORENZO: Sí ¿Cómo te llamas?

LUCÍA: Lucía

LORENZO: Yo Lorenzo

LUCÍA: Ya lo sé, te conozco... he leído tu novela, varias veces y... ya no he podido leer nada más... se me ha agarrado por dentro y... no me suelta; pero, también te conozco de seguirte por la calle, cuando te veo, me gusta andar detrás de ti y saber a dónde vas, sin que me veas, hasta sé cual es tu portal... está aquí al lado, y a veces te veo en este bar. ¿Te suena mi cara?

LORENZO: No (moviendo la cabeza)

LUCÍA: Yo soy camarera de ese restaurante (del frente), tú nunca has entrado... mi jefe está muy bien y es un buen cocinero... pero me ha propuesto que vivamos juntos, y la verdad es... que me ha hecho mucha ilusión, porque he sentido que me necesita, y ahora él hasta me gusta un poco así que he decidido...

LORENZO: ¿Qué?

LUCÍA: Pues que sepas que yo con quien de verdad quiero vivir es contigo, y no es porque te vea muy solo, es porque estoy completamente enamorada de ti, loca perdida, ya me ves...

LORENZO: Qué valiente eres.

LUCÍA: Pues sí. Y se acabó, yo ya lo he intentado... ¿te ha hecho ilusión? (se quedan en silencio) ¡oye te puedes ir cuando quieras eh! [Lorenzo está sorprendido y después de abrir temblorosamente su cajetilla de cigarros tiene una última pregunta]

LORENZO: ¿Y algo más quieres de mí?

LUCÍA: Sí... que con el tiempo y la convivencia te acabes enamorando de mí, por supuesto.

[Lorenzo se levanta de la silla y parece que se va; sin embargo, se acerca al rostro de Lucía]

LORENZO: Eso está hecho Lucía...

P.D. Era Lucía y el Sexo... qué despiste.

lunes, diciembre 05, 2005

Porque la vida es dura y porque no siempre sabes tener una sonrisa en la cara, ya sea por vergüenza o por dolor. Te vas porque estás cansado y te sientes débil y ya no sabes ni cómo poner los pies para caminar. Te pesa el cuerpo por culpa de ese pequeño órgano rojo cargado de basura y sientes que si sigues aquí lo contaminarás más. Porque no siempre se tiene lo que se quiere y tú lo quieres todo, no sabes si por costumbre o ambición. No sabes mirar de lejos, te la quieres comer con la mirada. No sabes tocarla en sueños, la quieres a tu lado en la cama. Y piensas que lo has perdido todo y te sientes culpable porque has dolido, porque has matado; y ahora te miras al espejo y compruebas que a ti también te han hecho daño. Pero no sabes que también has sido mil canciones para conciliar el sueño, y su café por las mañanas, y que supo leer en tus ojos los te-quiero de tus buenos-días.

domingo, diciembre 04, 2005

Me regaló un corazón de piruleta, de esos que significan gastar y deshacerse. No me duró más de unos minutos pero fui la mujer más feliz del mundo durante ese tiempo. Mi madre solía decirme que no me impacientara y aprendiera a saborear las cosas en vez de engullirlas. Pero a mí no me ensañaban las palabras sino la instantánea de aquel palito blanco ahora desnudo. Lo guardé en el bolsillo, como esperando que tu corazón volviera de mi estómago y se clavara en él de nuevo. Pero nunca lo hizo. Me había comido el corazón sin ser consciente de ello, sin pensar en que todo lo que regalas se acaba un día. Como esa canción que me dedicaste una tarde en el parque de los laberintos. Como esas fotografías que han perdido los paisajes. Como tu portazo ha dejado de retumbar en mis oídos. Como todo tú, que al irte, se ha ido tu corazón. Me lo he comido.

jueves, diciembre 01, 2005

Y no era más que una canción pero se había colado en mi cabeza. Me acompañaba a todas partes. La tenía anudada en la boca del estómago. Mi cuerpo fue el pentagrama que no dudaste tocar. Tus dedos, para dar la nota perfecta, me desgarraban por dentro. Tú sólo querías hacer la mejor interpretación, y que te aplaudieran. Yo te aplaudo. Puedes venir al cementerio a ver mi gran ovación.